(VIII) Ambición envenenada: Cuando la infidelidad arruina más que una relación

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Fernando, desesperado por la situación, decidió enfrentar a Silvia y exigirle que le dijera la verdad. «¿Tienes una relación con Roberto? ¿Me has puesto los cuernos?» preguntó con voz temblorosa. Silvia lo negó rotundamente, incluso le reprochó que no confiara en ella y que pusiera en duda su fidelidad. Fernando, sin embargo, no podía quitarse de la cabeza las imágenes que le habían descrito los testigos sobre los gestos cariñosos de Silvia y Roberto en público. «No me mientas, por favor», «dime la verdad».

Pero Silvia seguía negando todo, incluso se enfureció con Fernando por acusarla sin pruebas. «Si no confías en mí, entonces no hay nada más que hablar», sentenció ella, mientras se alejaba de él. Fernando se quedó solo, sin saber qué hacer ni a quién acudir. Había perdido la confianza en su pareja y se sentía impotente para solucionar la situación.

Era como si estuviera viviendo en una realidad paralela, donde ella era perfecta y nunca hacía nada mal. Fernando sabía que era inútil seguir intentando hablar con ella sobre el tema, así que decidió tomar sus propias medidas. No podía seguir siendo víctima de una persona tan egoísta y manipuladora.

Silvia estaba más interesada en progresar en su carrera y en su relación con Roberto que en su relación con Fernando. Las habladurías sobre la relación entre Silvia y Roberto eran evidentes, y aunque todo el mundo parecía saber lo que estaba pasando, a ellos les daba absolutamente igual.

La situación entre Silvia y Roberto se había vuelto cada vez más evidente, a tal punto que parecía que no les importaba en lo absoluto lo que la gente pudiera pensar de ellos. En la gestoría, se les veía juntos constantemente, compartiendo miradas y sonrisas cómplices que no dejaban lugar a dudas.

Los comentarios y las habladurías no se hacían esperar, y la gente del barrio no dejaba de murmurar acerca de la relación entre Silvia y Roberto. Aunque algunos trataban de justificar la situación, diciendo que tal vez sólo eran amigos, la mayoría estaba convencida de que había algo más entre ellos.

La actitud de Silvia y Roberto no ayudaba en lo absoluto. Se les veía abrazándose en público, compartiendo besos y demostraciones de cariño que resultaban bastante incómodas para aquellos que los observaban. Parecía que les daba igual el efecto que sus acciones pudieran tener en los demás.

Por más que intentaba mantener una actitud positiva y seguir adelante, Fernando sabía que sus esperanzas de estar con Silvia se habían desvanecido por completo. Había intentado hablar con ella en varias ocasiones, pero cada vez que lo hacía, Silvia se mostraba distante y evasiva. Le decía que no había nada que temer, que Roberto era solo un amigo, pero Fernando no podía evitar sentir que algo no encajaba.

La situación se había vuelto insostenible y Fernando no sabía cómo enfrentarla. A pesar de su dolor y frustración, seguía queriendo a Silvia con todo su corazón. Pero no podía continuar viviendo en la incertidumbre y el dolor. Sabía que tenía que tomar una decisión, por dolorosa que fuera.

Fernando decidió que lo mejor era alejarse de Silvia y poner fin a su relación. Sabía que no sería fácil, pero sabía que era lo correcto para ambos. No podía seguir viviendo en la duda y el dolor, y Silvia merecía ser feliz, incluso si eso significaba que tenía que hacerlo sin él.

Fernando se sentía perdido y abrumado por la idea de tener que seguir adelante sin Silvia. Había invertido tanto tiempo y energía en su relación que parecía imposible imaginar su vida sin ella. Sin embargo, sabía que era hora de dejarla ir.

Con el corazón pesado, comenzó a deshacerse de las cosas que lo recordaban a Silvia. Guardó todas las fotos y recuerdos en una caja y las escondió en su armario, incapaz de deshacerse de ellas por completo. Pasó las noches en vela, preguntándose si alguna vez volvería a encontrar el amor y la felicidad.

A medida que pasaban los días, Fernando comenzó a darse cuenta de que su vida sin Silvia tenía posibilidades. Se concentró en sus intereses y hobbies, y empezó a salir con amigos que antes había dejado de lado por su relación. Comenzó a sentirse más cómodo consigo mismo y con la idea de que no necesitaba a alguien más para ser feliz.

Aunque todavía dolía, Fernando empezó a darse cuenta de que había estado aferrándose a una idea de amor que quizás nunca había sido real. Ahora veía que su felicidad dependía de sí mismo, no de otra persona.

Poco a poco, Fernando comenzó a sanar. Aprendió a amarse a sí mismo y a valorarse por quien era, no por quién estaba con él. Empezó a creer que era posible encontrar el amor de nuevo, pero esta vez sabía que tendría que ser diferente. Ya no estaba buscando a alguien que cumpliera sus expectativas, sino a alguien que lo amara por quien era.

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