Elena miró la pantalla de su móvil, resoplo y descarto la llamada entrante, era su madre. 

Hacía apenas tres días que había hablado con ella y escucho las mismas quejas de siempre. Si le dolían las rodillas, la espalda, la ciática le impedía moverse y terminaba siempre con la misma solicitud. 

-Hija, sé que estás muy atareada con tu trabajo y tu vida. Has trabajo muy duro para llegar a lo más alto de tu carrera, pero ¿algún día podrás pasar a verme?, te echo mucho de menos. 

-Sí, mama, intentaré pasarme el sábado. 

Pero una vez llegaba el día, siempre lo anulaba porque le salían otros planes que le apetecían más. Sabía que su madre se sentía sola, desde que falleció su padre hace 5 años. Sólo habían tenido un hijo, había veces que Elena echaba de menos tener hermanos para poder compartir las llamadas de su madre.  

Iba a verla cuando tenía un hueco en su apretada agenda, que solía ser una vez al mes. Comían juntas y escuchaba una y otra vez, las historietas de cuando su madre era joven, como conoció a su padre… mientras miraba de reojo el reloj de su móvil, solían pasar muy lentamente los minutos. Por su mente siempre asomaba, las cosas pendientes que había tenido que dejar para estar allí con su madre. 

Su carrera de arquitecta era su máxima preocupación. Para llegar a dirigir su propio negocio, tuvo que sacrificar mucho en la vida. Incluida su vida sentimental y social. Todas sus amigas se habían distanciado, quedando solo una Roció. 

Hoy comían juntas. Elena como siempre llego tarde, la puntualidad no era lo suyo

Vio a su amiga sentada en la mesa, está la saludo con la mano. 

-Siento llegar tarde- le dijo Elena en tono de disculpa mientras se sentaba en la silla, enfrente de Roció 

-No te preocupes, esta vez sólo me has hecho esperar media hora- le contesto sonriendo- 

Las dos amigas se introdujeron en una apasionante charla, contándose mutuamente las noticias que solían traer. Inevitablemente, salió el tema de las madres. 

Roció, escuchaba con atención a su amiga. 

-Sé que es mi madre y no creas que no la quiero, no entiende lo ocupada que estoy y lo que he tenido que sacrificar. Todos los días me llama para contarme lo mismo, las mismas quejas, los mismos dolores… Estoy segura de que no todas las madres son tan pesadas como la mía.

-Yo a mi madre le cuento todo. Si me ha ocurrido algo importante, se lo cuento. Si estoy triste, ella lo sabe. Cuando he progresado es la primera en saberlo, cuando tengo un problema ella siempre me escucha… 

Elena, empezó a sentirse culpable de no poder tener esa relación con su madre. 

-Creo que eres mejor hija que Yo Roció 

-No creas, antes pensaba como tú. Cuando mi madre me llamaba, pocas veces le cogía el teléfono y retrasaba todo lo que podía las visitas. 

¿Y a qué se debe este cambio? – pregunto Elena con  resignación

-Verás, nunca valore la vida de mi madre, hasta que ella murió. Hoy tengo un vacío en mi interior, porque actúe mal, fui egoísta. Ahora voy a verla al cementerio. Lo que daría por volver atrás y dedicar parte de mi tiempo a ella, como mi madre hizo por mí. Nunca le devolví el tiempo, ni el amor que me dedico. Elena, no seas como yo. Que supe el valor de una madre, hasta que ella me falto en mi vida. 

Las palabras de su amiga golpeaban como un martillo en su mente ¡Cuánta razón tenía! 

Elena agarró su teléfono y marco el número de su madre. 

-Hija, ¿ocurre algo? – pregunto su madre extrañada por la llamada. 

-No mama. Sólo quería saber cómo estabas y quería contarte el nuevo proyecto que tengo entre manos… 

Sólo nos damos cuenta lo mucho que significan las personas en nuestra vida, cuando de ella desaparecen. El tiempo es el que es y dedicar un tiempo a nuestros padres, devolviendo sólo una parte de lo que ellos hicieron por nosotros en nuestra infancia, su tiempo es reducido en la tierra, aprovéchalo

2 pensamientos sobre “Una madre y una verdad 

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