Hay relatos desagradables, de esos que el destino te deja caer sin esperarlo, tras un mensaje de un hermano de armas, como es el caso de la ironía sarcástica que caracteriza a un amigo del ejército con síndrome de Napoleón.

Es y era tan bajito, que se reían de él llamándolo calderilla en los desfiles militares a lo que replicaba burlonamente… «Si lo dice el dicho: burro grande ande o no ande»…

Pues parece ser que la genética, en parte, le ha dado una agridulce alegría, pues resulta que entre las personas más longevas y saludables del planeta brillan por su ausencia las más altas.

Según los últimos estudios, una persona alta tiene mayor riesgo de cáncer que una persona baja (un 10 por ciento más de riesgo por cada diez centímetros de diferencia en la altura).

Y el cáncer es una enfermedad que además, entre otras influencias, cuanto más avanza la edad se convierte en factor de riesgo más importante.

Ahora, este cabroncete, mira sonriente las fotos de cuando íbamos uniformados, viendo como los «de delante» ya van cayendo como moscas en la tumba de su «grandeza».

En nuestra compañía éramos 320 y por alturas yo era el 70…

Así que me digo a mi mismo: si eres más alto que mi amiguete, cuídate mucho más, pues el calderilla se divierte cada vez que tacha uno de los que a la altura se refiere…

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