Todos somos iguales por ser todos diferentes

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Por tanto, cuando las diferencias provocan efectos perniciosos en los demás, la sociedad y la naturaleza, es absurdo que todos tengamos sistemáticamente los mismos derechos y obligaciones. 

Seguramente, ésta es parte de la argumentación que sostiene las críticas que hicieron Platón y Aristóteles a nuestra incomprendida, mangoneada y manipulada democracia. 

Decía Albert Einstein: «Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta de las mentes mediocres». 

El mediocre critica todo lo que no puede alcanzar… tan sólo se acerca a la comprensión de lo que conlleva la nobleza del ser. La incapacidad de ser original, creativo e ingenioso en sus apreciaciones y la falta de voluntad en la realización de las cosas esenciales, terminan haciendo honor a que su definición etimológica sea el destino de su vida, es decir: Del latín «mediocritas «, que significa, literalmente, «a mitad de camino por la montaña.» El mediocre se queda a medio camino de todo lo esencial de su existencia. 

Es el prototipo ideal de persona tóxica que puebla a gusto, haciendo insalubre una sociedad, ya que es necesario resolver continuamente las disrupciones, conflictos y errores con los que impregna todos los aspectos de su interacción en la misma.

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