Román Piña: El profesor este gran hombre
Foto de izquierda a derecha: Román Piña y Tomeu Pizá.
Según el «profesor» no se debe hablar de lengua BALÉÀ en Baleares, pero él es el primero en hablar y reconocer la Lengua Española en España.
En Cataluña se hablaba una lengua occitana o lemosina, hasta que se impuso a principio del siglo XX un barceloní estandarizado. Se impuso.
En las antiguas islas Gimnèsias y Pitiusas, actualmente no se impone ninguna lengua BALÉÀ, y se arremete contra ella con furia y odio como si hubiera desembarcado una horda de mercenarios dispuestos a cambiarlo todo.
Otro que ignora la HISTORIA anterior a aquel nefasto 31 de diciembre de 1229.
Le ha dolido, dice, “el daño producido a la Corona facilitando la reacción virulenta de la izquierda rendida al catalanismo”. No se entiende, a ver, ¿le duele la reacción de la izquierda?, ¿el daño producido a la Corona?, ¿la concesión del patronato regio a una denominada academia? ¿O es un juego de palabras, un galimatías, tan habituales al seguir con esta rara astucia del hombre blanco de confundir diciendo mucho sin llegar a decir nada? Y todo ello en el primer párrafo de su magistral opinión periodística. Todo un maestro.
Al aseverar que la lengua baléà no existe, demuestra que no es tan docto como su tarjeta de visita indica. Olvida que en estas islas se hablaba la lengua romance desde hace siglos, pretende ignorar que en este archipiélago sus habitantes se comunicaban y nunca recibieron influencias del occitano hasta que apareció una caterva con el pretexto de aniquilar todo lo que tuviera vida y se opusiera a la destrucción, pillaje y reparto del reino. Tampoco es que abrieran muchas escuelas en el siglo XIII para “culturizar y culturalizar”, cristianizar, y someter al pueblo. Eso sí, levantaron iglesias, conventos, capillas, oratorios y cruces, a doquier. Ralentizaron el comercio, casi
desaparece la agricultura, extraditaron al NE Peninsular, cartógrafos, artesanos, navegantes y demás cualificados. Los mallorquines, judíos, moros y piratas tuvieron una segunda oportunidad al convertirse, doblegarse, trabajar y obedecer, en el mayor de los casos sin retribución alguna, eran nativos y propietarios que dejaron de serlo y, sin embargo, no se impuso ninguna nueva lengua, conservando la cultura y las tradiciones. Claro que desapareció el árabe occidental, muchas costumbres sanas como el aseo, uso del agua, etc…
Suerte que se mantuvo la gastronomía propia de esta tierra y sus gentes. La pesca, las viñas, huerta y frutales. Esto era un País, un Reino. Un pueblo. Me sorprende que reconozca la personalidad en cada una de las islas para cultivar su propia lengua y se quede tan pancho al aseverar con autoridad propia de un dictador, aquello de “dentro de la unidad de la llamada lengua catalana, matriz de las mismas”. Le pregunto, ¿en el siglo XIII lengua catalana… matriz? Pero profesor, si era el limosín la matriz, la Lengua de Oc, de la cual el “catalán” hablado en aquellos momentos era un DIALECTO puesto que carecía de gramática. Si a principio del siglo XX, por encargo, apareció una normalización, dándole el nombre de catalán, es otra historia, pero muy contemporánea, muy mucho. Por cierto, si existía una gramática muy anterior, ¿qué necesidad había de crear otra? Porque, señor profesor, existía y existe una gramática de la lengua mallorquina, otra de la lengua menorquina, diccionarios, etc… ¿Y se atreve a decir que en las actuales Islas Baleares no existe el BALEAR? No vale la pena seguir analizando su escrito.
Quédese con su catalán occitano que otros preferimos el romance mallorquín.