No todos somos iguales ante la Ley… ni ante Dios tampoco

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Eso me comentaba un gran amigo y catedrático de una cercana universidad, hoy, mientras nos tomábamos un café en el porche de su casa en el campo, leyendo una noticia sobre un grave contencioso eclesiástico.

Y seguía:

Me refiero, por ejemplo, a que la Fiscalía pide información a 70 diócesis y de estás sólo y sesgadamente le responden 29 sobre los casos de abusos sexuales.

Vaya, algo muy parecido a lo que ha acontecido en otras «administraciones» menos cercanas a los cielos, en particular, cuando se trata de abusos a menores.

Qué le pasa a esta perturbada sociedad regida, más de lo que debería, por la falta de control de sus instintos biológicos que por la racionalidad.

Obsérvese que el marketing erótico y la publicidad con connotación sexual forma parte del día a día del presente y pasado.

El 90% de mis amigos son personas que tienen relaciones de pareja abiertas o simplemente, no pueden evitar poner cuernos si tienen una clara oportunidad. De hecho, como indican recientes estudios, 4 de cada 10 hombres de entre 30 y 50 años con ingresos económicos suficientes y estables, tira de cartera para consumir sexo pagado.

Matarse a pajas

Y sí, estaría esperanzado si del 10% restante que ha superado la fase de enamoramiento, no fueran el 90% una pandilla de frustrados por echar un polvo, como mucho, una vez al mes, amén, de matarse a pajas… o irse con damas profesionales.

La hipocresía social en cuanto al sexo y las distintas modalidades de violencia asociada a ésta, como es en muchos casos cuando la prostitución no es algo que quien la ejerza lo haga sin ser forzada a ello circunstancial o personalmente, es enorme, insoportable para todo aquel que tenga un compromiso de no engañarse uno a sí mismo.

El tabú del sexo, establecido en nuestra sociedad por un frustrante marco de referencia heredado de las tres religiones abrahámicas, poco tiene que ver con el de la Antigua Grecia, de la que entre otras cosas, hemos heredado la democracia, de hecho, allí, hace más de 2.500 años, la sexualidad era libre y se disfrutaba sin vergüenza.

En un mundo tan pasajero, efímero y que trata de atenuar el sufrimiento con lo que cada uno tiene a mano, una mente sana encuentra claro consuelo explorando las posibilidades que le ofrece el arte sexual y sus variantes.

Recordemos, por dar otra pincelada a ello, que la sociedad minoica, disfrutaba con todo tipo de hábitos sexuales, incluso grandes orgías, pues, al sexo lo entendían como una necesidad natural y al igual que comer, el menú era de libre elección.

La homosexualidad masculina ya en el siglo VII a. C. era algo totalmente normalizado y de práctica casi general, de hecho, en el ejército, se motivaba a tener relaciones homosexuales en el frente, pues eso convertía en algo mucho más personal el por qué luchar en la batalla. Sino, que se repasen los datos históricos de los más temidos guerreros, como fueron los espartanos.

Prostíbulos

Lo importante aquí, es que, siendo mayor de edad, ojo, y sin dañar a otro, como pueda ser el irse a prostíbulos con dudoso consentimiento real de quien ejerce tan antiguo oficio o engañar al traicionar un compromiso de fidelidad a su pareja como ha hecho nuestro ejemplar emérito «Juanca», que uno, desde el respeto al prójimo, haga lo que le venga en gana en su vida sexual para tener su psique sana, al igual que coma lo que le apetezca y necesite para nutrir su cuerpo de forma saludable.

Ahí lo dejo…

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