Mi querida Princesa.

Hace frio fuera de tu habitación y aunque me enloquece caminar a escondidas por
entre los pliegues de la noche. Hoy más que nunca he deseado sumergirme en el calor dulce y misericordioso que propagan las sábanas de tu lecho.

Soy un enanito que vive en ti desde aquel pórtico del otoño de hace ya muchos años, y cada segundo de mi vida lo dedico a poseer tus pensamientos y a velar tus sueños.

Soy un diminuto personaje que se hace tuyo porque tuya quiere ser la esencia de su
vida. Camino algunas veces con cautela por entre tu cabello negro como el fin de la
noche previo a un amanecer sobre nuestra marina, y otras como un preámbulo sin
intensidad de un anochecer sobre las nubes y el cielo. Me gusta protegerlo cuando el viento lo acaricia y me refugio en tus párpados cuando los aprietas para proteger de ataques impertinentes tus espectaculares ojos. A veces me deslizo muy despacio hasta la comisura de tus labios, y pasando suavemente sobre ellos, los amo con la misma intensidad de la pasión y el sentimiento.

Cuando ríes me pego a tus dientes y lamento no ser un enanito forzudo para situarme entre ellos y evitar que nunca puedan cerrar el paso a tu sonrisa.

Soy feliz cuando tú lo eres, y muy desgraciado cuando estás triste. Seguramente
porque la tristeza es la antesala del llanto.

Ayer la Luna se escondió deprisa y en mi carroza de estrellas navegué veloz en su
búsqueda para reñirla. Sentía vergüenza porque no fue capaz de hacerte bella la
noche, de envolverte en nubes de algodón y arrullarte como la mujer mimosa que
eres. Le dije que su silencio de amor era culpable de alta traición porque no se puede engañar a quien se entrega en paz y sosiego al respeto sereno de la noche. Y la pronostiqué un castigo eterno; a existir sin ser vista durante el día, y a pasar desapercibida al anochecer cuando tu mirada nuble el firmamento.

Mi amor, ahora bostezo y me alcanza el sueño. Ha llegado mi hora… yo duermo
cuando tú vives despierta. Volveré más tarde para ser el centinela de tus sueños, para ser el vigía de los latidos de tu corazón, para sentir tu respiración acompasada y
tranquila.

Volveré con la noche… ahora duermo. ¡Buenos días mi amor! Sé feliz, te quiero
mucho.

En la noche de Reyes de cualquier año pasado.

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