Pensar en voz alta donde imperan los mediocres puede ser peligroso

Hay personas que piden que les hagan otros un mundo a su medida para ser felices, otras, simplemente, entienden que la felicidad es un ave de paso, y la clave es intentar estar en paz y bien con uno mismo cuando las circunstancias no son todo lo benévolas que se espera, al no intentar supeditar momentos de felicidad propia, a la paz y bienestar ajenos.

La tiranía de los mediocres, incapaces de autorrealizarse bajo los cánones de la artificial y publicitada supuesta felicidad comercial, basada básicamente en el consumismo frenético, fútbol, juerga y pérdida de valores éticos, les hace creer que se puede transformar inteligencia en ideología, convirtiéndolos en acólitos zombis votantes de oportunistas populistas.

Así, sufrimos una dictadura de autofracasados, incapaces de destacar en lo más importante: Amar, pensar, resolver problemas, cuidar la naturaleza y ser responsables de sus propias vidas al no asumir que uno no es lo que quiere, sino lo que puede y tiene capacidad de llegar a ser.

Nuestros colegios, institutos y universidades están plagadas de estudiantes mediocres, que, en muchos casos, serán profesionales de igual condición. ¿Sabían que por ejemplo, los adolescentes de Japón les sacan una ventaja de conocimientos de más de un curso académico y los de China llegan a más de dos cursos y medio a los adolescentes Españoles? La brecha entre los nuestros y los de los sistemas educativos más exitosos es enorme.

Tristemente, también para los más pequeños, debido a las inferencias de las nuevas políticas en el ámbito académico, los alumnos de Primaria empeoran sus notas en Ciencias y Matemáticas y se alejan de la media de la OCDE cada vez más.

Luego, nos preguntamos, porque gran parte de los talentos nacionales se van del país mientras que nos convertimos en el burdel de Europa, siendo sólo por detrás de Tailandia y Puerto Rico, el país (tan católico, por cierto) con más prostitución, drogas y paro juvenil.