Laura Palmer se estrena en una exposición conjunta en la Sala Magna de la Cartuja en Valldemossa

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Alumna de primer año de la pintora Paula Gutiérrez, Laura Palmer Forteza se ha destapado como una artista capaz de hallar, sin reparo, el reto de la perspectiva y del color que emocionan, buscando un sitio sin sofisticación ni ampulosidad desde donde hablarle al mundo.

Hija del añorado pintor Mateo Palmer Socías, el estilo de Laura, en esta primera muestra, se asemeja mucho al de su progenitor, es decir, prima el bodegón que, desde un trazo capaz de dotar al lienzo de significados bellos y familiarmente muy apetitosos, impone la necesidad del orden y la claridad en un tratamiento textural que esboza la destreza técnica de los artistas para hacer que los detalles más complejos parezcan sencillos y sin artificiosidad.

En fin, dado que un servidor no está de acuerdo con aquellos que opinan que el bodegón pertenece a un género falto de imaginación, incapaz de provocar estímulos intelectuales, y sí que me postulo con Rembrandt, Van Gogh, Picasso, Zurbarán, Cézanne y tantos otros… que se encargan de demostrar que las naturalezas muertas son manifestaciones más complejas de lo que aparentan, creo que si Laura Palmer persevera en el estilo que nos muestra en la conjunta de Valldemossa, puede conseguir un contexto incluso sensual y metafórico que case a la perfección con la hermosura de su trazo.

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