Tienes dos opciones o adelgazas o engordas tu ego según sea necesario para ajustarte a la talla de las personas con quién compartes el camino de la vida… o te vas y pruebas hasta que la encuentres… si es que la hay a la altura de tal narcisismo

Ambas opciones tienen efectos bien conocidos por la psicología social:

La primera opción: Te enseña a tener control interno, a evolucionar hacia la tolerancia, comprensión, compromiso y a poner al servicio de tu inteligencia emocional al ego y no al revés.

Te sientes responsable de tu vida y corresponsable de la influencia de tus actos en la vida de los demás. Aprendes a entender que la mayor virtud de la inteligencia es saber aprender a amar con el equilibrio que da la madurez para manejar los cambios internos que requiere.

La segunda: Sigues siendo el mismo, con tus mismo patrones, creencias y hábitos…

Es decir, mantienes tu «talla». Y por poner algún ejemplo, te vuelves un experto en la seducción y en conseguir manipular a los demás para conseguir lo antes posible lo que quieres, como los placeres sensuales a corto plazo que te produce la continua conquista… tan adictivamente que llega un momento en que el ego toma las riendas de tu vida y llegas a convertirte en un esclavo de éste…
O te haces de alguna secta religiosa o new age para aislarte de todos en una burbuja de aparente espiritualidad mientras hay guerras que parar, vidas que salvar, animales que cuidar, naturaleza que recuperar…

Y claro, cuando las cosas no funcionan como quieres… la culpa es de los otros… por no ser de tu «talla».

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