Raíces compartidas
Ayer compré un cuadro, un autorretrato llamado Raíces de Frida Kahlo. Necesitaba tener algo de ella ya que hace tiempo admiro su arte, lo que nunca imaginé es que comenzaría un diálogo con él…
—Es verte e imaginarte echando el ancla, le dije, al contemplarla ahí tumbada, cubierta de raíces que enmarañaban su cuerpo y su alma. Raíces que nacían de lo más profundo, formando una red de protección, estabilidad y sujeción; tres cosas que le proporcionaban seguridad, la misma que le quitaba la muerte cuando se paseaba por su mente.
Ella era una mujer valiente, se comía el mundo
A veces era un mar de dudas, pero sus ojos solo demostraban certeza, «El orgullo ante todo, la humildad con ella misma».
—Frida, eres una mujer fuerte. Sé que uno siempre vuelve al origen, a dónde se está cómodo y echa raíces por miedo a volar, pero tú, sin embargo, asustas al miedo con tu gran poder femenino; eres torbellino y belleza puramente natural. Ella parecía mirarme fijamente desde aquel cuadro de 1943, como intentando contestarme. En ese momento pensé: «Sabe que sé que debajo de ese disfraz de sumisión, cubierto de tallos, hojas y cepas hundidas en tierra fértil, hubo sangre que recorría toda su fibra, permitiéndole sentir el latido en su piel, emanando ganas y deseos de volar y ser libre», pero también sabe que de a ratos se lo permitía y sacaba a pasear su hermoso cuerpo de mujer por los destinos más inhóspitos.
Sin miedo a ser juzgada hizo lo que quiso y muchos se daban cuenta de ello (aunque no le importara), sabía que por más que conociera miles de puertos, siempre volvería al mismo, al que llevaba su nombre escrito. Aunque él creía que ella volvía por él, ella lo hacía por ella y eso la convertía en la única dueña de su vida. Raíces que nacían en su corazón y se anclaban en la tierra de su alma, esa tierra que ella misma regaba con sus lágrimas. Lágrimas de tristezas que la fortalecían y lágrimas de alegrías que la impulsaban a seguir nadando rumbo a sus sueños.
Su objetivo:
Alcanzar sus metas una a una y conseguir realizarse como mujer en un mundo mayoritariamente machista.
Su propósito:
Ser dueña de sí misma y tomar las riendas de su vida y de sus creaciones, inspirando a millones de mujeres alrededor del mundo y a lo largo del tiempo.
—Frida, quiero contarte que antes de conocerte ya te conocía, es tal la huella que dejaste, que el mundo ya sabía de ti mucho antes de que tu arte prosperara. Amo verte ahí tumbada, relajada y sin ningún tipo de culpa; amo tu cuerpo, natural y “Sinvergüenza”; amo tu carácter salvaje; amo tu pasado y tu presente; amo ser mujer y verme reflejada en ti… —Sigues mirándome desde ahí, desde ese cuadro en mi pared y a pesar de no emitir sonido ni palabra alguna salir de tu boca, logro leerte los labios: me dices que no soy la única y que tú misma amas ese, «Tu legado». Ese legado no viene de ti sino de mucho antes de ti, antes de la creación del mundo. Dios quiso arrancar una costilla a Adán y dejar el egoísmo a un lado. Compartir todo lo que tenemos y somos con alguien era nuestra misión desde mucho antes que Dios nos pusiera en el paraíso y él ya lo sabía.
Darle vida a otro ser nos hace menos egoístas
—El ego no es nuestro, el ego tampoco es de los machos. Los verdaderos machos son quienes se quitan la segunda costilla por ti y siguen intactos, su y tu integridad siguen intactas. Se desnudan de poder, no se le caen los pantalones por amarte y entregarte todo su ser sin otro tipo de afán sexual más que el de dar vida y agrandar el amor del mundo, respetando al completo tus tiempos, tu espíritu y tus luchas, consiguiendo llegar a tu lado más íntimo de la manera más legal y limpia. Respeto es la palabra que describe mi vida, cuando al fin logré ganarme el respeto fue cuando decidí anclarme a la tierra que había debajo de mis pies —Tú y yo somos iguales, le dije a Diego, y si lo aceptas me quedaré, y así fue.
—Querida Frida, siempre hemos estado unidas por el mismo deseo, el de que el mundo interprete nuestra llegada como algo sagrado y no como un segundo plato para la saciedad de Dios, le dije, y ella pareció contestarme: «Sagrado es este momento de conexión profunda contigo, me expresas tu gratitud desde tu lugar y yo desde el mío te la devuelvo con la mano en el corazón y las alas extendidas al viento, desde un lugar muy lejano, pero a la vez muy conectado a la magia ancestral».
¿Un diálogo mental o una realidad?
No sé si ocurrió de verdad o fue fruto de mi imaginación. Seguí contemplando el cuadro unos minutos más y comprendí que la tierra seca donde ella decidió tumbarse representaba la carencia de algo, en su caso del agua. Transportándola a su vida, deduzco que su marido representó en algún momento esa carencia y desde el instante en el que él quiso poseerla de manera autoritaria, ella notó la carencia más grande de la vida de ambos: el no haber tenido hijos, cosa que inutilizó toda esa fertilidad que brotaba de sí y la unía a la tierra en una tela vegetal que cubría su cuerpo de necesidad. «Y es que a veces necesitamos sentirnos dueños de algo», pensé, «Ser padres de alguien, aunque no tengamos hijos». Él creyó que podía ser su padre y ella muchas veces creyó que podía ser su madre, más su instinto le mostró el camino y supo soltar para que al regresar, la claridad de roles fuera protagonista en la historia de los dos.
—Todo lo que vale algo cuesta algo, dije en voz alta. —Amo saber que no estamos solas en este proceso, gracias por venir a mí en forma de cuadro. Siempre supe que mis raíces serían las mismas que te envuelven a ti y a tantas y tantas mujeres. Tu descendencia alemana de la misma tierra de mis ancestros (Pforzheim) me hace pensar en lo pequeño que es el mundo. —Abrazo al cielo hermana.
Me serví una copa de vino, apagué la luz del salón y me dirigí a mi cuarto de casada con una sonrisa en los labios. Unos minutos después, apoyé la cabeza en la almohada y el sueño se apoderó de mí. Ella sin embargo no dormía, seguía con los ojos bien abiertos cual guardiana, sus mejillas sonrojadas y sus cejas unidas en el ceño destacando su total naturalidad, algo que la hacía más mujer aun.
Redactora
Nació en Corrientes, Argentina, el 2 de diciembre de 1986 y en 2001 emigró con su familia a la isla de Mallorca, España. Estudió música volcándose en el canto desde los 11 años de edad así como las tecnicaturas de Marketing y Radioterapia.
Su pasión por la escritura nació prácticamente de la mano con su pasión por la música, escritora amateur desde los 12 años de edad, escribía canciones y poemas ya desde aquellos tiempos.
Participó en un concurso literario de narrativa recibiendo valoraciones muy positivas de su obra, esto y los buenos comentarios recibidos por una conocida editorial la motivaron a lanzarse a la aventura de la autopublicación, para así comprometerse de lleno con uno de sus más grandes sueños: el de ser escritora y llegar con sus letras al corazón de las personas.
