Decía Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros»…

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Curiosamente, Jesús de Nazaret, fue alguien que era judío, vivió como judío y murió defendiendo su interpretación de las creencias cuyo tronco doctrinal compartía con otras varias opciones interpretativas con las que convivía en su momento histórico, véase: fariseos, saduceos, esenios y zelotes. Los dos primeros lamían las botas a los romanos y los dos últimos, unos pacíficamente aislados del mundo y los otros, más bravucones, esperaban la llegada, por intervención divina, de un mesías cañero a su propia imagen.

La cuestión es que Jesús, jamás pretendió crear una religión alternativa, y menos la quimera religiosa que representa el cristianismo. No lo digo yo, lo dicen autoridades académicas como es el Catedrático Antonio Piñero Sáenz: «Filólogo y escritor español, especializado en la vida de Jesús de Nazaret, el judaísmo anterior al cristianismo, la fundación del cristianismo, y en general en lengua y literatura del cristianismo primitivo analizadas desde una perspectiva científica».

Ahora mismo, según el lugar dónde estemos por las suposiciones de sus creencias locales:

— Hay un número indeterminado de mujeres siendo lapidadas por haberse atrevido a dejar a su marido, lo cual, atenta contra el dogma local.

— Distintas etnias culturales en un mismo país se están matando por su condición religiosa… niños, enfermos, ancianos… no importa, arrasan.

— Millones de personas entran en templos para «resetear» sus «pecados» para seguir haciendo lo mismo, «pecar» con la tranquilidad de que al ser del «club de los arrepentidos» serán «perdonados».

— En Europa y EE.UU. nadie se atreve a toser delante de una mezquita, ni a formular los postulados feministas o anti patriarcado a las mujeres de los que van a rezar allí el Corán… no sea cosa «que les pase algo»…

— Etc, etc, etc.

¿Por qué es tan difícil superar esto?

La moderna neurología ha demostrado que el condicionamiento del mecanismo de recompensa cerebral por refuerzo interno de la religión, como nos explica el Dr. Jeffrey Anderson de la Universidad de Utah, funciona exactamente como una droga, como la cocaína, o las metanfetaminas, o como la música, o el amor romántico», concluye: «Todas esas experiencias en mayor o menor medida se aprovechan de las recompensas. La fisiología es la misma».

«Dios» es un concepto psicosocial, antropológico e histórico que quien haya comprobado con seriedad lo que estas disciplinas nos muestran… entenderá que fue diseñado desde nuestro propio antropocentrismo.

El ser humano llena gran parte de las incógnitas de su existencia mediante el recurso simple del «pensamiento mágico»… y así, poder sobrevivir a sus propias limitaciones, imperfecciones e incertidumbre existencial… utiliza estas tres cosas mediante grupos y estamentos concretos relacionados con el poder para generar, al igual que en un «supermercado ideológico» multitud de productos al gusto del consumidor en forma de credos como mecanismo de control social adaptados a cada lugar, momento histórico y cultura.

Otra cosa es la espiritualidad universal, la de aquellos que la consiguen al no profesar ninguna «verdad» a costa de negar las otras «verdades», por ser conscientes de que la vida es un misterio que sólo poseen aquellos que se centran en la bondad, amor y reconocimiento de su propia ignorancia, siempre desde un punto de partida donde no se precisa la «etiqueta» de ser una imposición, porque la verdadera experiencia espiritual es única, personal e intransferible.

Todo lo que separe a las personas mediante la intolerancia de exigir una verdad inequívoca no viene de un Dios universal y todo poderoso, porque si es universal y todo poderoso, no precisa de intermediarios, ángeles, santos, profetas o zarzas ardiendo.

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