La política es cuestión de poder

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El pueblo quiere que le prometan poder solucionar lo imposible, mejorar lo que no se puede costear y que le identifiquen un culpable a quien poder arrojar toda su frustración, envidia y falta de responsabilidad personal en todo cuanto acontece.

Por eso, cuando uno está en la oposición es tan fácil destrozar al oponente, simplemente tiene que describir su imposibilidad para resolver problemas disfrazándolo de incompetencia, aunque no dependa realmente de ser o no competente para ello, sino que simplemente, todo el pescado ya está vendido por los intereses de sectores submarinos de la sociedad que nos controlan económica, ideológica y espiritualmente.

Alberto es político, como no, del PP, pues su origen de cuna es la rancia burguesía Palmesana. Casado con María Belén, niña bien, fruto de una pareja instaurada en una alta posición social por el Opus Dei.

Él, a estas alturas, a sus 38 años, habiendo militado en las juventudes peperas y siendo hijo de la exalcaldesa de un importante pueblo mallorquín, sabe perfectamente que sin la mentira no se ganan elecciones, pero para que esta sea eficaz, tiene que sustentarse en una realidad en la que la gente esté emocionalmente implicada. Lo cual, visto lo sencillo que es realizar una ácida crítica a las miserias personales, así como señalar la ruina regional que sufrimos por la deuda acumulada y falta de presupuesto para llegar a todo, es cosa muy fácil demoler la imagen del contrario, además de remover los escombros de los errores cometidos.

El perfecto candidato cara a la galería

Así que con su metro noventa y uno, su look preppy, la insignia de la agenda 2030 en la solapa y, no podía ser de otra forma, sus dos carreras, abogacía y ciencias políticas, una obtenida en la prestigiosa universidad Juanca I y la otra, en la Universidad Grand Canyon, ambas, instituciones donde su familia había realizado importantes aportaciones económicas, nuestro ejemplo de político de primer orden, sonríe triunfante ante los escrutinios de las últimas elecciones que se muestran en una de las pantallas del salón de su sede. Sabe que va a ganar.

Entonces, extasiado de catecolaminas, puesto de coca hasta las cejas, mira fijamente a los ojos de su secretario, Cayetano, indicándole con la mirada que se dirija hacia el baño privado que tiene en su despacho.

Allí, tras esnifar varias rayas de farlopa, a puerta cerrada con pestillo, sin mediar palabra, Alberto casi le arranca los pantalones al bajárselos con gran premura y excitación. A la vez y, con cierta violencia, pone mirando hacia cuenca a Cayetano mientras que con inusitada furia lo penetra al mismo tiempo que le muerde la espalda hasta sangrar.

Era tan intenso el éxtasis sexual que Alberto con una mano agarró del cabello a Cayetano y con la otra su mentón introduciéndole varios dedos en la boca que, cuando llegó el orgasmo, al resbalar los dos por el ajetreo con los pantalones bajos, no se percató que le había realizado una mortal y perfecta maniobra de desnucamiento. En ese instante, fulminantemente, el cuerpo de Cayetano quedó en el suelo inerte, sin tono vital, mientras el pene rebozado con heces de Alberto todavía estaba eyaculando.

Inesperada situación

Atónito por lo que acababa de pasar, paralizado por el terror que le producía la inesperada y trágica situación, tras intentar varias veces infructuosamente reanimar a su amante, se quedó sentado en la taza del baño, con los pantalones aún bajos, respirando un desagradable hedor mezcla de sudor sumado a la defecación y micción producida por la falta de tono y dilatación de los esfínteres del desdichado Cayetano, lo cual provocaba que los fluidos salieran de su cuerpo.

Tras unos minutos, consigue serenarse lo suficiente para enviar un mensaje a su mujer indicándole que viniera sola al despacho.

María Belén, al ver lo que había, con suma frialdad y una inquietante tranquilidad, simplemente le indicó que se arreglase, que regresara a la sala dónde estaban celebrando los resultados electorales, sus acólitos y con una gélida serenidad le dijo: “Ve, yo me ocupo de todo, mi padre sabe a quién tenemos que llamar para que parezca un accidente y limpie el escenario”… «Ahora que lo hemos logrado, no podemos recular ante nada, es el precio del poder».

Nota: Son relatos de ficción con una pizca de verdad, tal vez, usted, avispado lector, se cerciore de qué es qué.

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