Antes, mucho antes, vivíamos en pequeños grupos, tribus y poblados que en definitiva no superaban, en su mayoría, los cincuenta miembros.

Eso permitía que pudiésemos, hace unos 14.500 años, vivir mayoritariamente en matriarcados con una gran cohesión social, emocional, conectados con nuestro entorno natural y con una comunicación interactiva real entre los miembros siempre supervisada, alentada y asegurada por la adoración a la diosa madre u otros ídolos naturales.

Hoy, ya no hay tiempo para perder tiempo en ir más allá de lo ocasional, un emoticono e incluso, el poner un like sin tan siquiera haber leído, entendido o finalizado un comentario, como este mismo, en las redes.

Es hasta tal punto alucinante el ensimismamiento, que la gente está físicamente en un sitio distinto de dónde su móvil, tablet u otro accesorio electrónico lleva su mente.

Superficialidad emocional de vivir deprisa

Eso nos modela el cerebro y las emociones hasta tal punto que la superficialidad emocional que sufrimos nos ciega e impide profundizar conscientemente ante ese hecho haciéndonos perder la oportunidad de tener una experiencia realmente humana con sentimientos profundos, pensamientos propios y suficiente autoconsciencia de uno mismo.

Todo llega a tal absurdo, que no somos valorados, en gran medida, más allá de la utilidad material, sexual o laboral que representemos en la esfera de interacción social que tengamos.

Pienso que la vida debe tener una trascendencia mucho más espiritual y significativa. Me abruman tantas personas hipnotizadas por sus celulares, cada vez más desconectadas frenética e intermitentemente de sentimientos, personas y naturaleza.

Ayer estaba en un establecimiento acompañado de personas importantes para mi, todas ellas, al mismo tiempo que la mayoría de aquellos que estaban en las otras mesas, pendientes de sus móviles… Sentí lo lejos que estaba su amor y comprensión, me encontré triste, solo y frustrado ante el hecho de que no puedo hacer nada para evitar que la mayoría de personas que me importan no sigan atrapadas en un algoritmo informático.

Estamos psicológica y emocionalmente enterrados, muertos en vida, por estar virtualmente en una realidad que no lo es, real, salvo porque nosotros nos dejamos la existencia en ello.

1 pensamiento sobre “(Exclusivo) Vivir deprisa sin pensar lo que se esta haciendo

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