(Exclusivo) Adictos a la infelicidad, generando espejismo de autocomplacencia

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Somos adictos al autobombo ante nuestra voraz falta de autoestima y obsesivamente tendemos a acaparar para engordar nuestro ego; pero obtener no es sinónimo de mejorar ni de conveniencia moral.

De hecho, los neurólogos han descubierto dónde reside la «Navidad» en el cerebro y estudian qué cambios producen en la conducta… De hecho, en Oxford existe una cátedra de neuromarketing desde 2010.

Han detectado que debido a la sobre estimulación a la que nos bombardean para consumir se produce una mayor actividad en la corteza motora primaria y la corteza premotora, el lóbulo parietal superior, el lóbulo parietal inferior y la corteza somatosensorial primaria. Son zonas que se asocian con la espiritualidad, los sentidos somáticos y el reconocimiento de emociones faciales.

Es decir, que con un estímulo de base trascendente y a la vez que se sobreestimulan las conductas más consumistas, lo que al final distingue principalmente a la buena gente de corazón es lo poco que se esfuercen en salir en la foto social de su bondad ante los demás.

Reflexión adictos a la infelicidad

Bien, aprovechémoslo para reflexionar un poco ya que la dimensión espiritual que despertamos en estas fechas, tal vez, pueda canalizar ese esfuerzo económico que conllevan los hábitos y estímulos de consumo circunstancial hacia una misión más humanitaria donde el protagonismo sea lo menos importante.

adictos a la infelicidad generando un espejismo en navidad

¿Qué pasaría si donáramos sólo un 0.1% del tiempo y dinero a lo que dedicamos a aficiones, charlas y compras banales para ayudar cada día de estas fechas al más necesitado? Luego multiplícalo por millones…. ¿Sabes el resultado? Un mundo mejor y más humano… En el que por fin ganan todos sin casi representar un esfuerzo significativo por parte del más pudiente…

Pero muchos no lo hacemos porque simplemente nos programan los hábitos… En especial para ser esclavos de una hipócrita estética social basada en encadenarnos y convertirnos en frenéticas unidades funcionales económicas consumistas a las que se nos hace confundir obtener con mejorar.

Es evidente, que una ingente masa social precisa de la manipulación y control para que mantenga una estructura, pues, sin algo que la vertebre y permita prever su direccionalidad, por muy perniciosa o moral que pueda ser o parecer para algunos, la propia supervivencia de la sociedad no sería posible.

Esto último infiere en lo que los psicólogos llaman la validación social que, a menudo, crea la ilusión de que por mantener una serie de hábitos de conducta y pensamiento estés en lo moralmente correcto o en lo que más te conviene; pero no es verdad siempre ni a ciertos niveles… Y tú lo sabes al reflexionarlo individualmente, muchas veces actúas simplemente como lo hace la mayoría y así se «disipa la responsabilidad» en una capa opaca de masa social donde la apariencia de bondad es más importante que el hecho bondadoso en sí mismo.

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