Conoce a un escritor: Carlos Penas

Bienvenido y muchas gracias por la oportunidad que me das al concederme esta entrevista

No se merecen lo más mínimo, gracias a ti.

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¿Querías ser escritor cuando eras niño?

No. Yo sólo quería escribir sin necesidad de ser escritor y pintar sin necesidad de ser pintor, porque lo que realmente deseaba era cantar en una banda de rock. Pero bueno, por impositivo familiar me matriculé en la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela y el último año de carrera me fui. Atrás sólo dejé un un Post-it amarillo en el que se podía leer un escueto “ME VOY DE CASA”. Recuerdo que lo escribí en mayúsculas y lo pegué en la cómoda del recibidor a la espera de ser leído.

¿Qué piensa tu familia sobre el oficio de la escritura?

En línea recta ascendente y colateral, nada. Siempre les importó, les importa y les importará un carajo.

¿Quién es en realidad? ( Carlos Penas )

A veces, la respuesta más difícil es inherente a la pregunta más fácil. Realmente soy lo que siempre quise ser, aunque lo sea por culpa de un camino que nunca quise caminar, ni en el tiempo ni en la forma. Soy la consecuencia lógica y fisiológica de vivir mientras pinto, escribo, sueño, escupo y esculpo.

Aparte de escribir ¿cuáles son tus pasiones?

Enumerar las cosas que me puedan apasionar me acercaría más a “Pasión de gavilanes” que a “La pasión de China Blue” y, créeme, eso es algo que no me perdonaría jamás. Mis pasiones van desde la tortilla que hacía mi madre hasta la presencia solitaria de un vinilo, pasando por un lienzo que me espera en silencio.

¿Qué estudiaste?

Nada. Pero tengo el título de Bachiller Superior, dejé los estudios de Derecho en el quinto curso y me echaron de la Escuela de Artes en el segundo año.

¿Recuerdas el primer libro que leíste?

Mortadelo y Filemón. Mi padre, cuando volvía a casa después de un viaje de trabajo, siempre nos traía tebeos.

¿Cómo empezaste a escribir?

En el colegio, con quince años. Era la mejor opción para no pegar palo al agua sin que se enterasen los profesores. También dibujaba mucho, pero era bastante más peligroso porque el comportamiento físico es muy diferente según escribas o dibujes. Dibujar me obligaba a mirar constantemente al papel y, al concentrarme, me mordisqueaba la puntita de la lengua. Eso me delataba. Sin embargo, el escribir me permitía mirar directamente al profesor como si le estuviese haciendo caso mientras mi cabeza volaba por algún que otro poema.

¿De dónde viene tu afición a la literatura?

Mi padre siempre tenía un libro en la mesita de noche y eso me encantaba. Me atraía muchísimo esa imagen de verle leyendo; esa paz, esa calma y esa sensación de felicidad. La verdad es que en casa había muchos libros y eso, al mezclarse con la necesidad de expresarme, hizo que empezase a leer y a escribir.

¿Qué género literario escribes y qué otro género te gustaría escribir?

Poética y narrativa. En principio no me atrae ningún otro género, aunque la verdad es que tampoco hay muchos más.

¿Planificas las historias al detalle antes de escribirlas o las dejas surgir sobre la marcha?

Las ideas salen de mí y, a partir de ahí, se establece un diálogo con el papel. Pero la última palabra la tengo yo, sin duda.

¿De dónde salen las ideas para tus escritos?

De la curiosidad, de la observación y del pensamiento

¿Elegiste tú la editorial o ella a ti?

En mi caso, me escogió la Editorial a mí. Pero hoy en día esto no supone un valor añadido porque las librerías han perdido su carácter más romántico, la autoedición no establece autolímites y el aceite de oliva virgen ha perdido su himen.

¿Cómo te haces notar hoy en un mundo editorial tan sobresaturado?

Manteniendo una línea, sin disparar a todo lo que se mueve, demostrando interés en lo que hago, sin ser interesado, autolimitándome, valorándome, respetándome, vitaminándome y mineralizándome.

¿Tienes algún autor favorito, alguien a quien tengas como referente?

Sábato, Cortázar, Pizarnik, Lorca, Unamuno, Umbral y bla, bla, bla.

¿Qué consejo darías a nuestros lectores que sueñan con ser escritores?

Que lean, que escriban, que mantengan una línea, que no disparen a todo lo que se mueva, que demuestren interés en lo que hagan, sin ser interesados, autolimitándose, valorándose, respetándose, vitaminándose y mineralizándose.

¿Cuál es la mejor experiencia que has tenido hasta el momento con un lector?

Un día estaba en una librería y cogí “Una historia ridícula” de Landero. Fui a la caja, me puse a la cola, la persona que estaba delante de mí sacó un libro mío, eso de “en efectivo o tarjeta” sonó como un disparo, “en efectivo” me perforó el corazón, “¿es para regalo?” me aturdió, “no, es para mí” me desplomó y acabé desangrándome mientras aquellos zapatos de tacón atravesaron la puerta de cristal para irse sin saber quién era.

¿Dónde escribes?

En casa

¿En qué momento del día?

Déjame ser gallego: depende.

¿Cuánto tiempo dedicas a escribir?

No lo sé, pero todos los días.

¿Eres sensible a la crítica literaria?

Soy sensible y me gusta la crítica. Una de mis abuelas nunca leyó un libro, dejaba colgadas las bolas rojas de Navidad todo el año para no gastar en decoración y llevaba siempre una chaqueta de punto por encima de los hombros, con el primer botón abrochado. Jamás antepondría su crítica a la de Sabina, Picasso o Lagerfeld. No soy muy amigo de la frase “para gustos, colores”.

¿Algún otro proyecto en preparación?

Bueno, ahora estoy con los repasos de una novela, trabajando en varios guiones, preparando mi próximo libro de poemas y escribiendo para un maravilloso proyecto nuevo que se llama MallorcaNews.

Muchas gracias por esta entrevista.

Gracias a ti, Carlos. He pasado un rato agradable.