La cruda realidad de la vejez en España: abandonados y olvidados

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Nuestros lares y centros de atención se están convirtiendo, cada vez más, en contenedores de ancianos rechazados

Se acerca el verano… Entonces, unos abandonan perros y otros, a ancianos; mientras, su alta majestad, navegará con su cohorte de «babosos saca fotos» y, a la España vieja, que lo llevó en hombros, se la deja de lado.

No hay grandes ni pequeños palacios que se cedan; curioso, que una real familia ocupe más espacios temporal y mayoritariamente vacíos antes que reconvertirlos en un lugar digno para sus súbditos más necesitados…

Ni suficientes conventos que los los asistan porque ni dios quiere afrontar este problema como es debido.

O qué me dicen de la ingente cantidad de cuarteles militares cerrados dejándose arruinar simplemente destinados a la próxima especulación inmobiliaria y económica de quienes tienen mano con todo este tinglado.

El otro día, tomando un café en un lar de ancianos uno me dijo: “Los ancianos no se mueren lo suficientemente rápido para que queden plazas libres”.

Saben, en nuestro país, esto de ver al viejo como un estorbo ya es tradición.
Unos se libran del viejo porque dicen que “la casa en la que vivimos es demasiado pequeña para tener al viejo en ella”.

Otros, que tienen mucho trabajo y nada de tiempo, primero está poder salir e ir al gimnasio antes que cuidar al vejestorio.

Los comedores sociales, hospitales o los llares para excluidos sociales se han convertido en el asistente forzoso de muchas de estas almas viejas, solas y abandonadas… pero ya no hay plazas, ni muchas veces cuentan con personal adecuado, pues muchos son personas dependientes.

Cínicamente, un auxiliar geriátrico me decía: “no se mueren lo suficientemente rápido para que queden plazas libres en las residencias”.

Una infinidad de familiares abandonan a sus mayores cuando les resultan un estorbo en casa.

Unos intentan dejarlos en urgencias de algún hospital o los consiguen ingresar para nunca más volver a verlos, otros directamente, como si fuera un perro, los dejan en algún parque para no volver a por ellos.

El problema en los hospitales a veces es tan grande que distorsiona su funcionamiento o la capacidad de atención a otras personas con patologías graves al irse ocupando muchas camas.

Muchos de estos ancianos han trabajado toda la vida duro para sacar adelante a sus familias, de hecho, muchas veces se comprueba que la casa de los familiares que lo han abandonado es de su propiedad o la cedió bajo usufructo.

El dolor y sufrimiento de estas personas es terrible… Tanto esfuerzo y lucha para acabar así.

Los auténticos valores de una sociedad se expresan en como trata a sus miembros más vulnerables…

Antes de esta crisis inflacionaria y bélica el 48% de los ancianos tenían una pensión por debajo del coste de vida, uno de cada 3 niños estaba condenado a la pobreza severa… el 53% de las familias monoparentales estaban en riesgo de exclusión social.
Morían 37.000 personas al año, la mayoría enfermos crónicos, ancianos e incluso niños con gran discapacidad porque no les llega la ayuda para la dependencia…

Unas 52.000 personas perdían la vida por culpa de las largas listas de espera, falta de medios y personal sanitario… pero como morían en un «goteo» constante, repartido de mes en mes, nadie hizo nada para evitarlo… las urgencias nunca colapsaban lo suficiente, y muchos, hipócritamente se sacaban «al abuelo, al enfermo, al inválido de encima».

Todavía recuerdo, al estar de guardia, la cantidad de ancianos solos en los hospitales, o como un cochazo dejaba desorientado en verano al anciano delante de la puerta del «Hospital de Nit, el de los pobres» para que se lo «guardáramos” mientras lo asistíamos e investigábamos quien era.

En nuestro «solidario país» se suicidan 3.668 personas al año, el doble de personas que muertes se producen por accidente de tráfico.

No, España no es ningún ejemplo de solidaridad, sino que algunos españoles, sí lo son, que no es lo mismo.

Saben, no diría nada de todo esto sino lo supiera en primera persona. No es lo mismo ver estadísticas y jugar a política, que oler la miseria y ver el sufrimiento al que muchos de nuestros ancianos están abocados.

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