(II) Ambición envenenada: Cuando la infidelidad arruina más que una relación

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Después de salir del despacho de su amiga Pilar, la psicóloga, Fernando dio muchas vueltas a la cabeza. No podía creer la situación que estaba viviendo. ¿Cómo era posible que hubiera llegado a ese punto? Se sentía perdido y confundido.

Durante la sesión, Pilar había puesto sobre la mesa muchas de las cuestiones que Fernando había estado evitando durante mucho tiempo. Había hablado sobre sus miedos, inseguridades y sentimientos de fracaso. Fernando se había sentido vulnerable y expuesto, pero también liberado.

Sin embargo, ahora que estaba fuera del despacho, la realidad parecía golpearle con más fuerza. ¿Había sido él quien había creado esa situación? ¿Podría hacer algo para cambiarla?

Fernando se dio cuenta de que necesitaba tiempo para reflexionar y procesar todo lo que había surgido durante la sesión. Sabía que no iba a ser fácil, pero también se sentía aliviado por haber dado el primer paso para abordar sus problemas.

Fernando fue un gran apoyo para Silvia en su camino hacia el liderazgo social. Aunque, en realidad, Silvia no era una persona muy agradecida. Era una mujer egoísta e interesada que solo buscaba su propio beneficio y prestigio dentro del movimiento social.

Antes de conocer a Fernando, Silvia era una muerta viviente que apenas hacía nada. Pero cuando él la reactivó y la animó a involucrarse en las ONGs y asociaciones, ella comenzó a destacar. Sin embargo, nunca reconoció el esfuerzo de Fernando ni lo agradeció de ninguna manera.

Al contrario, Silvia siempre lo menospreciaba y criticaba en público. Le gustaba hacerle quedar mal delante de los demás y robarle sus ideas. Todo lo que hacía era por su propio interés, sin importarle los demás ni los ideales del movimiento social.

Fernando siguió luchando por sus ideales y ayudando a aquellos que lo necesitaban, a pesar de la actitud mezquina de Silvia. Él sabía que lo que hacía era por una buena causa y que la verdadera recompensa estaba en el bienestar de los demás y no en el reconocimiento de una persona tan egoísta y desagradecida como Silvia.

Fernando seguia con sus pensamientos hacia la vivienda que compartia con Silvia y el hijo de esta Aitor, sentía abrumado y confundido después de su conversación con Pilar. Las preguntas que ella le había planteado sobre por qué había aguantado tanto maltrato emocional por parte de Silvia, su actual pareja, le había hecho reflexionar sobre su situación. Era cierto que Silvia a menudo le faltaba al respeto y le trataba con falta de educación, pero por alguna razón, Fernando había aguantado esto durante mucho tiempo. Todo esto delante del hijo de esta, que era un adolescente que no tenia tampoco ninguna educación, ya que Silvia lo habria criado como si fueran amigos, y no una relación entre madre e hijo.

La pregunta de Pilar le había tocado en lo más profundo, y la sensación de que su cabeza iba a explotar no lo abandonaba. Había estado dudando de su relación con Silvia durante un tiempo, pero nunca antes había considerado que podía estar en una situación de abuso emocional. Ahora, sin embargo, se daba cuenta de que podría ser así.

Fernando sabía que necesitaba tiempo para procesar todo lo que había hablado con Pilar y que necesitaba reflexionar más profundamente sobre su relación con Silvia. Tal vez era hora de tomar una decisión difícil, pero necesaria, para su propia salud emocional y bienestar.

En si vivir todo esto, era tener un infierno en casa, no se sentía comprendido, en si la palabra más adecuado minguneado, y parecía que a Silvia se la traía al pairo, lo importaba tres carajos, ella seguía con su vida como si nada.

Fernando era un hombre bueno, que no quería enfrentamientos innecesarios, pero había algo en la manera en que Silvia lo miraba que lo hacía sentir incómodo. Fernando podía sentir cómo la mirada de Silvia se clavaba en él, burlona y llena de desprecio.

Pero lo que más lo enfurecía era cuando se daba cuenta de que incluso el hijo Silvia, Aitor, se unía a las burlas. Aitor, ahora se había convertido en un cómplice de las burlas y bromas de mala fe.

Fernando se sentía impotente ante esta situación y no sabía qué hacer. A veces pensaba en enfrentar a Silvia, pero temía que eso solo empeorara las cosas. Otras veces intentaba hablar con Aitor, el solo se encogía de hombros y decía que era solo una broma.

Fernando se sentía solo y desesperado, y no podía evitar preguntarse por qué Silvia y Aitor se divertían tanto a su costa. Se sentía como si estuviera siendo ridiculizado en su propia vida, y no podía encontrar una forma de salir de esa situación.

Sin embargo, Fernando sabía que tenía que encontrar una manera de recuperar su autoestima y dejar de permitir que otros lo menospreciaran. Se prometió a sí mismo que encontraría la manera de hacerlo, aunque aún no sabía cómo.

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