Culturalmente existen fechas en las que hay una mayor flexibilidad y tolerancia social frente a los excesos: en las compras, en el consumo de bebidas o de comida. En las fiestas de fin de año, pareciera que excederse es la norma.

Las múltiples cenas que terminan en el almuerzo del día siguiente no sólo arrastran consecuencias estéticas, sino que también generan secuelas en nuestra olvidada salud digestiva. Los excesos ocasionan evidentes complicaciones, y es frecuente sentir pesadez, indigestión o acidez; síntomas que manifiestan las limitaciones de nuestro sistema digestivo y que suelen prolongarse durante días. Nada ilógico, teniendo en cuenta que el menú de Navidad llega a triplicar el número de calorías de cualquier menú saludable, y que hasta el 20% de la población de nuestro país padece problemas gástricos habituales. Además, existen ciertos medicamentos como los ansiolíticos, antidepresivos o analgésicos que repercuten en nuestra digestión y que obviamos durante estos días, agravando de esta forma el malestar digestivo.

Bebidas alcohólicas

Si el año a despedir ha sido negativo, la premisa es festejar su fin, anhelando que el próximo sea mejor. En esa despedida, el brindis forma parte esencial del ritual. Algunas personas se aferran a la bebida alcohólica como forma de festejar el final de un año para el olvido. Por el contrario, si ha sido un excelente año, también “hay” que brindar. Culturalmente se asocia celebrar los logros obtenidos con las bebidas alcohólicas.

De esta manera, se va conformando una creencia acerca de que para festejar se necesita de algunas copas de alcohol. Así, con la presencia de estas bebidas en la mesa, el ritual quedaría completado.

Las bebidas alcohólicas forman parte del menú de las fiestas de fin de año. Carne asada, turrones, panettone, cava o champán. Son elementos que no pueden faltar en la mesa familiar.

Este hecho no implica necesariamente un problema. Las compras, la comida y la bebida no representan una situación problemática en sí mismas.

En este sentido, cabe señalar la diferencia que existe entre un comportamiento moderado y uno excesivo. Cuando hablamos de exceso estamos haciendo referencia a una conducta que supera ciertos límites, que aparentemente escapa a un control racional, que es impulsiva. En este punto podemos situar a las compras compulsivas, el consumo problemático de bebidas alcohólicas o comer en exceso.

Las fiestas de fin de año tienen sentidos diferentes en cada persona. Para algunos simbolizan unión, fiesta, reencuentro con familia y amigos. Para otros, potencian sentimientos de soledad, duelos no elaborados, nostalgias. Sin embargo, el exceso puede ser parte de ambas percepciones tan opuestas.

Se puede celebrar sin alcohol

Se puede celebrar sin alcohol, como también se puede festejar con un consumo moderado. También son fiestas aquellas en las que la bebida alcohólica no es la protagonista infaltable.

La búsqueda incesante de regalos o las largas horas de cocina, nos sumen en un estado de estrés vacacional que conlleva efectos también a nivel muscular. La falta de cuidado de nuestra postura, los gestos poco apropiados y repetidos o la falta de descanso no mejoran nuestra situación, apareciendo episodios de lumbalgia o contracturas, casos habituales en las clínicas de fisioterapia a lo largo y después de estas fechas.

Durante las Navidades nuestra salud se resiente. En este periodo se producen alrededor de un 5% más de episodios cardíacos. Y no es extraño, ya que el 40 % de la población adulta de nuestro país padece hipertensión, en muchos casos no tratada, y colesterol, que puede elevarse en estos días hasta en un 10%.

Aunque lo aconsejable sería preparar nuestro organismo para las fiestas a través de una dieta basada en alimentos prebióticos, probióticos y enzimas digestivas, y mantener las rutinas de ejercicio, se hace de manera poco habitual y eso nos pasa factura.

El inicio del año es un buen momento para retomar esos hábitos de vida saludable que dejamos olvidados a principios de diciembre, o para empezar con ellos. De esta forma, debemos convertir la dieta de grasas saturadas y azúcares navideña, en una dieta rica en frutas, verduras, pescado, pollo, pavo, ensalada y cereales. También se aconseja beber 2 litros de agua diaria, erradicar el consumo de bebidas alcohólicas, tomar infusiones depurativas y, sobre todo, realizar actividad física.

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