En el año de 1229, Palma, bajo dominio musulmán, se había convertido en la cuarta ciudad más importante del Al Ándalus, solo por detrás de Toledo, Córdoba o Sevilla. Cuando Jaime I desembarcó en la isla, y según un cálculo demográfico comparativo, la población entre moros, católicos y judíos era de unas 50.000 personas.

No olvidemos que las tasas abusivas que hacían pagar los moros a los barcos cristianos fueron las desencadenantes de la invasión aragonesa, mucho tráfico marítimo debía haber, puesto que ello desencadenó la ira de los mercaderes y del propio Papa Gregorio X, que proclamó una cruzada, un hecho inédito que llama la atención, puesto que no la proclamó para recuperar ningún territorio hispano. Solo el Rey de Aragón aceptó en solitario.

Uno de los capítulos más oscuros de la conquista de Mallorca, es la entrada de las tropas de Jaime I en la ciudad de Palma, el 31 de diciembre de 1229, cuando y según confiesa el propio rey, ordena el genocidio de la población ya rendida. En un relato espeluznante y atroz de sus memorias, describe como bajo sus órdenes manda matar a hombres, mujeres y niños, a degüello o ajusticiados mediante hacha, espada o puñal. Una declaración voluntaria de culpabilidad innecesaria y sin precedentes en la historia medieval de Europa, lo que convierte a este rey en un verdadero criminal de guerra, que debe ser juzgado y condenado por el Tribunal Internacional de Derechos Humanos (los crímenes de guerra no caducan, según el tribunal de la Haya).

¿Verdadero o falso?

Sin embargo, por alguna razón política, este presunto asesino confeso, es considerado como un héroe libertador del pueblo, un edil de la cristiandad, al que los políticos rinden un homenaje anual, incluso cientos de años después de su muerte.

Buscando la verdad de esta horripilante tragedia, salta a la vista que todo lo que cuenta el rey en sus memorias no se corresponde con la historia, sus asesinatos en masa parecen una fantasía, un relato inventado, que lo que pretende es ocultar o justificar un fracaso.

La realidad de los hechos: El día 31 de diciembre de 1229, el rey entra triunfante en Palma, su ejército victorioso toma posesión de la ciudad, la población le aclama como el héroe victorioso. Pero, ¿qué población? Obviamente los moros no, ni siquiera están en la ciudad, han huido por otra puerta con su ejército, familias y enseres a refugiarse en las montañas de la Tramontana, donde continuar la lucha por recuperar Mallorca, una lucha que durará dos largos años más.

Entonces,​ ¿quiénes son los que aclaman al rey de Aragón y sus mercenarios cuando entran en la ciudad?, si no son moros, obviamente son cristianos católicos o judíos. Esta es la única verdad posible, la población de Palma recién liberada de sus amos moros, los que durante trescientos años los han tenido trabajando, abusando de su poder militar, da la bienvenida a su libertador. Y este luego los mata a todos, absurdo…. eso o que la ciudad de Palma estaba completamente desierta cuando el rey y su ejército entraron triunfantes, lo cual no consta, sino todo lo contrario….

Entonces, ¿a quién mandó matar el rey? ¿A unos católicos recién liberados, a judíos? La verdad, es que no mandó matar a nadie, porque no había nadie a quien matar, lo único que pudieron hacer sus mercenarios para cobrar su soldada, fue apoderarse de los bienes que dejaron los moros en su huida… (es obvio decir, que católicos y judíos poca cosa debían tener…).

Una incógnita sin descifrar

Es evidente que lo de la matanza, más parece un invento que otra cosa, una cortina de humo por dejar huir al moro por una puerta, mientras el rey entra por la otra, un fiasco que le obliga a luchar dos años más, un error táctico militar que produce una gran pérdida de hombres, dinero y prestigio, y que hay que justificar de alguna manera….

La misma historia nos cuenta lo que resulta evidente en 1229; existe una población mallorquina de católicos, descendientes de iberos, griegos, fenicios, púnicos, romanos, nórdicos, que hablan la lengua balear, o el mallorquín, que han tenido siglos de convivencia y tráfico marítimo con sus vecinos, provenzales, occitanos, aragoneses, italianos, etc. y que, según crónicas reales del mismo Jaime I, entienden perfectamente la lengua de los nuevos conquistadores, con los que comparten religión y costumbres. Una población ya existente que no necesita ninguna colonización ni catalana ni de ninguna otra parte, un mito interesado sin ningún fundamento ni documentación y un rey medieval que debe justificar su error por dejar marchar al enemigo por la puerta de atrás, inventando una terrible matanza…

Nota: La alternativa a esta teoría es juzgar al Rey Jaime I como criminal de guerra….

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