Los políticos hace mucho tiempo que dejaron de interesarme por varias razones, la principal, por el hecho de estar alejados de las personas de carne y hueso, alejados de la cotidianeidad, que no significa que vivan en otros mundos. Simplemente, estamos ante la degradación de la política sujeta a los propios intereses y finalidades.

Es evidente que esta degradación ha sido sutil, lenta y agónica. Sentía esto mismo cuando en 2008 comenzamos a tener problemas económicos. Pero también los hubo sociales y personales. De repente, vecinos, amigos, compartían los mismos problemas, veías el descontento en sus ojos, el miedo a perder su casa, su trabajo. Nosotros también lo sufrimos, y con ello, de repente subyacen todos los prejuicios que una sociedad mantiene, aunque sea escondidos.

¿Habéis oído hablar de la aparofobia (miedo al pobre)?

No sabéis lo que es sufrir en tus carnes eso. Porque realmente todo lo malo, cutre, viscoso y ruin de un Estado es generado, soliviantado y llevado a los extremos en los barrios de nuestras ciudades. El acoso escolar podríamos incluirlo, los problemas con la salud mental. Hace unos años vi la película: «Jocker», interpretada por un magistral Joaquin Phoenix, esa película, que hablaba precisamente de como la sociedad gestiona mal los bienes públicos y las ayudas a gente con problemas y enfermedades mentales, y como la sociedad mira a estos pacientes; la injusticia social; la marginación o una cínica visión sobre el mundo; La falta de amor; la falta de empatía y los traumas de la infancia.

No olvidemos que los males sociales y personales provienen de un Estado que se aleja de algo que los antiguos filósofos consideraban una virtud: el bien común.

¿De verdad creemos que nuestros políticos nos van a ayudar a llevar una vida digna? La dignidad no reside en un programa político. La dignidad, la ética, está dentro de cada uno de nosotros, de la educación que recibimos, también, pero está tan cargada de lo que es normal a los ojos de los demás, lo que está bien visto, lo que es correcto o incorrecto. Es decir, todos somos unos clasistas. Si reconociéramos esto, sería más ventajoso.

Votemos por aquel que haga una buena gestión; el que proponga cosas concretas para mejorar la vida de la gente; el que respete los derechos de cada uno de nosotros, aunque no tengamos ideas políticas iguales o seamos hombre, o mujer, o trans; homosexual, hetero, binario o no binario. Es que debería darnos igual. Es que no nos debería importar.

Y vemos en la tele, en las redes, unas discusiones absurdas, pobres y lunáticas.

Y ahí en medio de esa corrala, nosotros desde una butaca observando

Yo mantendré mi vida discreta, me asomaré a la poesía como medio de salvación, de necesidad, de desahogo, o lo que quiera. Hablaré con todo el mundo, porque no creo en la ideología para hablar. Me interesa la persona, (ya sé que suena algo peroyativo), pero es que estamos tan saturados… tan marcados por unos y otros que nos hemos olvidado de las personas. ​

El domingo votad. Votad en base a estas ideas. Votad, mirando a lo que queréis, lo que necesitéis. No votéis la idea, las personas, que hablan dando discursos. Votad por el bien común, no de unos pocos. Porque del bien común nos beneficiamos todos. Aquello que es bueno o beneficioso para todos los integrantes de una sociedad o comunidad.

El bien de unos pocos es lo que sigue pasando en todo el mundo, por eso hay y habrá ricos y pobres. Pero solo una cosa nos pertenece y depende de nosotros: el voto. Es nuestro derecho y nuestra responsabilidad. Por una sola vez en la vida, votemos con sentido común y por la dignidad.

Después cambia tu actitud con el que tengas en frente y a tu lado, aunque no piense como tú. Y hablad de cosas sencillas de la vida. Si no eres capaz de hacer esto, entonces no me interesas.

Respeta. Ayuda. Tiende la mano.

Eso es hacer una sociedad justa y próspera.

«En política se está en contacto con la mugre y hay que lavarse para no oler mal» Enrique Tierno Galván.

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