Carlos, de 28 años, tiene en su diana un nuevo objetivo de carrera profesional

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Carlos, de 28 años, tiene en su diana un nuevo objetivo de carrera profesional, se ha entrenado, ha aprendido y estudiado las nuevas técnicas de neuromarketing, sugestión, comunicación, en definitiva, se ha convertido en un modelo de manipulador. Sería capaz de vender una biblia en chino cantonés a un monje budista invidente y sordomudo en el Himalaya en plena tormenta de nieve. Está totalmente convencido que salirse con la tuya es sinónimo de tener razón y estar en posesión de lo que es justo. Es un malabarista en autojustificarse moralmente, llegando a conclusiones tales como: Si te he vendido algo que no necesitas por ser más inteligente que tú, la causa no soy yo realmente, eres tú quien forma parte del victimario, eres una «gacela» en la sabana africana a expensas de tu depredador. Bastante suerte tienes con que tengas la suerte de vivir en Mallorca, donde te atracamos con bolígrafo y letra pequeña, mucho peor sería en otros lugares, donde directamente te clavan el cuchillo o te pegan un tiro. Por lo menos, aquí solo eres un idiota víctima de su propia idiotez. Y se queda tan pancho, mientras bate récords de ventas mes tras mes. Lo mismo hace en su vida personal, no ama, sino que se ama a sí mismo a través de los demás. Las personas cercanas son simplemente un medio para un fin puramente egoísta.

Rebeca tiene las falanges de los dedos dañadas, lo cual le ha producido deformaciones, inflamaciones y agudos dolores. Algo parecido le pasa en sus rodillas. En sus casi seis décadas de vida, desde que tiene 13 años, ha trabajado muy duro, casi siempre, en varios sitios simultáneamente como limpiadora. Ella no quiere darse de baja, es como una obsesión compulsiva por trabajar, como si fuese la única garantía de que solo puede sobrevivir mientras se valga por sí misma y se sienta útil. Por cierto, no se le conoce pareja, pero tiene dos hijas gemelas. Cuentan en el vecindario, que el padre, era el director de una de las empresas a la que iba a limpiar, cuando tenía 21 años, dicen que ese «señor» la violó, y que ella no lo denunció, pero, al poco de ese terrible acto, el hombre desapareció sin dejar rastro… Comentan, que Manuela, la madre de Rebeca, mujer de buen ver, que por aquél entonces tendría 39 años, sedujo al violador, sin que supiera quién era, y le rebanó el cuello en el lecho carnal, para luego, con la ayuda de sus dos hermanos, llevar el cuerpo a un campo abandonado de la mano de Dios donde había un profundo pozo medio soterrado.

José Luis, hoy, a sus 57 años, ha cerrado su panadería, la heredó en su momento de su padre, pero ya no puede competir por los sobrecostes energéticos y de materias primas, la inflación, pérdida de clientes, pues éstos, prefieren lo barato y de baja calidad antes que lo más tradicional y de calidad artesana, también por la falta de innovación y modernización de instalaciones, imposibilidad de poder contratar a personal y tener que cargarse todo el trabajo a sus espaldas, pues su mujer, leal compañera en vida y laburo, murió por cáncer de mama en el 2013. Se le parte el alma, tanto esfuerzo y recuerdos cubiertos de harina. Su satisfacción es haber podido garantizar el bienestar y dar buenos estudios a su hijo Antonio, que formalizó la segunda etapa académica superior con una beca en una universidad de Suiza. País en el que finalmente se ha quedado a vivir, los veranos viene a pasar unas semanas con su padre, incluso, una vez, José Luis estuvo en Berna, pero no le hace mucha gracia eso de subirse a un avión, además, antaño, no podía descuidar el negocio… Que, como todo, al final se acabó. Ahora parece que trabajará en una panificadora industrial para hoteles, a ver si consigue cotizar hasta los 67 años y se retira.

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