La iglesia española es una excepción histórica de por sí, y su herencia habla de ello. España es una continua anomalía frente a un mundo, cuanto menos cambiante. Su modelo, casi estático en todos los aspectos sociopolíticos, evidencian un ininterrumpido intervencionismo religioso que abarca todos los campos de la actividad como país; en la economía, en la educación, en la política, en la justicia, en la información, e incluso en el propio ejército, etc. Así pues, cuando los obispos de la Conferencia Episcopal dicen que «si las cifras de pederastia en la iglesia fueran reales, es que estaríamos todos implicados», posiblemente no se aleje de una muy probable y palpable realidad.

El miedo al estamento religioso

España es nominalmente católica, franquista y de derecha extrema y aunque la mitad de sus ciudadanos se declaren ateos, agnósticos, negacionistas o redimidos votantes de una izquierda de parroquia, el germen de la complicidad con esta organización criminal, se encuentra desde hace siglos inoculado en la mente y en los recuerdos de la infancia, a través de un sibilino miedo al estamento religioso, a su poder, a su educación, a su represión, etc, y por tanto, con los síntomas bien definidos de la práctica de la complicidad con este estamento que extiende sus tentáculos dentro del individuo más allá de haberse convertido en un mero e inocente socio numeral religioso.

Y claro que todos los ciudadanos estamos implicados, los estamos desde el primer momento en que sabemos qué tipo de religión ha dominado nuestras vidas durante siglos, a qué tipo de organización estamos dejando en sus manos la inocencia de nuestros hijos, y qué tipo de silencios estamos dispuestos a practicar a cambio de seguir medrando por una plaza en cualquiera de los existentes centros, colegios, medios de comunicación, ejército, empresas, etc., todo ello sin hacer nada para cambiar este estado de cosas, salvo callar y decir amén. Toda una declaración de intenciones.

2 pensamientos sobre “España, una anomalía religiosa

  1. Un artículo vergonzoso y sectario, cargado de odio, de resentimiento, de mentiras y de hipocresía. En la Iglesia claro que ha habido abusos, pero no más en % que en cualquier otra organización como deporte, escuela, familia…mientes y no sabes leer o interpretar las estadísticas.

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