La tragedia silenciosa eterna en un Mundo sordo ante su devastación

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Es difícil hacer llegar la voz de quien no la tiene, aunque su presencia sea vital e importante para la existencia de quien es sordo ante su devastación.

Así que hagamos un ejercicio imaginario sobre un ejemplo de ello…

En un rincón remoto del mundo, donde los árboles danzan al ritmo del viento y los ríos cantan melodías ancestrales, la naturaleza se retuerce en agonía bajo el peso de las acciones del ser humano.

En este lugar de belleza indómita, una vieja secuoya llamada Eterna suspiraba entre susurros de hojas, sus ramas extendidas hacia el cielo como súplicas sin respuesta. Durante siglos, había sido testigo de la armonía de la vida salvaje que la rodeaba, pero ahora, el eco de motosierras y el estruendo de maquinaria pesada resonaban a lo lejos, anunciando la llegada de la destrucción.

Un día, un grupo de hombres llegó al bosque con máquinas rugientes y hachas afiladas. No venían a admirar la majestuosidad de los árboles ni a escuchar los cánticos de los pájaros; su único propósito era arrasar el bosque en busca de riquezas ocultas bajo la tierra.

Eterna temblaba mientras las motosierras hacían su trabajo implacable. Sus hermanos y hermanas caían uno tras otro, cortados sin piedad por la codicia humana. La tierra temblaba con cada golpe de las máquinas, y las criaturas del bosque huían despavoridas, buscando refugio en lo que quedaba de su hogar.

Las lágrimas de savia de Eterna brotaban de sus heridas. Recordaba los días de antaño, cuando el bosque rebosaba de vida y el aire estaba impregnado de fragancias naturales. Ahora, el olor a humo y desolación envolvía el aire, sofocando incluso los cantos más alegres de los pájaros.

A medida que el bosque se reducía a un montón de troncos caídos y tierra devastada, Eterna se sentía cada vez más débil. Su antiguo esplendor se desvanecía, reemplazado por la cicatriz de la destrucción humana. Sabía que su tiempo en este mundo estaba llegando a su fin, pero su corazón se llenaba de dolor por las generaciones futuras que nunca conocerían la maravilla de este lugar.

Finalmente, llegó el día en que Eterna se tambaleó y cayó en un estruendo ensordecedor. Su caída resonó como un eco de lamento en todo el bosque, un testamento silencioso de la brutalidad del ser humano hacia la naturaleza. A medida que su cuerpo se descomponía en el suelo, se convirtió en el último guardián de un pasado perdido, una advertencia silenciosa para aquellos que se atrevieran a desafiar el equilibrio frágil de la vida en la Tierra.

Mientras, en otro lugar del planeta, unas personas se lamentaban y quedaban boquiabiertos cuando observaban en una gran pantalla digital exterior de una central calle de su ciudad, que su equipo de fútbol acababa de recibir un gol en contra…

En gran parte, somos la consecuencia de aquello a lo que prestamos atención ¿verdad?

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