La crisis mundial del agua: Desafíos y oportunidades para la cooperación internacional
El acceso al agua potable y saneamiento adecuado sigue siendo uno de los problemas más apremiantes de nuestro tiempo, como lo señala el reciente informe de la UNESCO en nombre de ONU-Agua. A pesar de los esfuerzos globales, aún 2200 millones de personas carecen de suministros seguros de agua potable y 3500 millones no tienen acceso a servicios adecuados de saneamiento. Estas cifras reflejan una realidad preocupante: el objetivo de las Naciones Unidas de lograr el acceso universal para 2030 parece cada vez más inalcanzable, y existe el temor de que las desigualdades en este ámbito se agudicen.
Entre 2002 y 2021, más de 1400 millones de personas se vieron afectadas por sequías, y en 2022, aproximadamente la mitad de la población mundial enfrentó escasez severa de agua en algún momento del año. Este estrés hídrico extremo, causado en parte por el cambio climático, amenaza la estabilidad social y económica, con consecuencias devastadoras para millones de personas en todo el mundo.
Una de las facetas más preocupantes de esta crisis es su impacto desproporcionado en las mujeres y las niñas. En muchas comunidades rurales, son las principales responsables de recolectar agua, lo que les obliga a dedicar horas cada día a esta tarea. La escasez de agua no solo aumenta esta carga, sino que también limita su acceso a la educación, la participación económica y la seguridad. Además, contribuye a tasas más altas de abandono escolar entre las niñas, lo que perpetúa el ciclo de desigualdad.
La escasez de agua también es un factor clave en las migraciones, lo que a su vez puede exacerbar la inseguridad hídrica en las regiones receptoras, aumentando las tensiones sociales y, en algunos casos, la violencia de género contra las personas desplazadas.
La falta de agua no solo amenaza la estabilidad social, sino también la paz y la seguridad internacionales. La degradación de los recursos hídricos ha exacerbado las tensiones en varias regiones, como el Sahel, donde conflictos por el acceso al agua y a la tierra cultivable han generado crisis locales. Además, la falta de acuerdos transfronterizos para gestionar equitativamente los recursos hídricos compartidos ha aumentado el riesgo de conflictos interestatales en muchas partes del mundo, especialmente en África.
Sin embargo, existen ejemplos alentadores de cooperación internacional que demuestran que es posible abordar estos desafíos de manera efectiva. El Acuerdo Marco sobre la Cuenca del río Sava en Europa sudoriental y la revitalización de la Comisión de la Cuenca del Lago Chad en África son ejemplos destacados de cómo los países pueden trabajar juntos para promover el acceso al agua y una gestión sostenible de este recurso vital.
En última instancia, la crisis mundial del agua requiere una respuesta coordinada a nivel internacional. La cooperación para la gestión de los recursos hídricos transfronterizos no solo es esencial para prevenir conflictos, sino también para promover el desarrollo sostenible y la paz duradera. A través del compromiso político y el apoyo del sistema de las Naciones Unidas, podemos avanzar hacia un futuro en el que todos tengan acceso a agua limpia y segura, independientemente de su ubicación geográfica o condición socioeconómica.