“La poesía es una forma de recordar, de perder, de tomar conciencia del tiempo, de dialogar con un mundo en el que el mal triunfa”.

La poesía nos lleva a conocer gente interesante. Gente que escribe bien. Pero hay poetas cuya vida se convierte en una continua adoración hacia el poema. El verso se convierte en una línea errante donde buscar entre la vida, las experiencias, las emociones, la metáfora escondida, la belleza más insondable.

En un artículo de Flavio Crescenzi sobre Shelley, en su célebre obra,” La defensa de la poesía”, asigna a los poetas un lugar de preeminencia en la sociedad: el de fundadores míticos de la Cultura. A este alegato lo respalda en gran medida el hecho de que en el origen de casi toda lengua hay un texto fundacional, “identitario”, que suele estar atravesado tanto por lo religioso como por lo poético. Le concede al poeta un lugar de excelencia en el pasado mítico de la humanidad, sino también —tal vez por la proximidad que tiene la poesía con el discurso profético— un lugar de excelencia en el futuro.

El poeta es un visionario, por consiguiente, su utilidad en cualquier sociedad que se instituya sobre la base del mito del progreso es indiscutible. Traigo al hilo después de mencionar a Shelley a presentaros un poeta cuyo lirisimo se acerca a lo mejor de la poesía contemporánea. Poeta, investigador, Más de cien universidades (Harvard, Oxford, Columbia o Princeton…) lo eligieron el poeta más relevante de la lengua española nacido después de 1970.

(Granada, 1980) es la nueva voz más premiada y reconocida de la lírica española. Heredero de la tradición de Machado, Alberti o Ángel González, defiende una poesía que comunique y conmueva, sin renunciar al preciosismo formal. Valverde reunió toda su poesía hasta 2017 en un volumen publicado por Visor. Después ha publicado con la misma editorial Desgracia (2022) y Los hombres que mataron a mi madre (2023). La editorial Planeta publicó La muerte de Adonais, la primera biografía de Shelley en lengua española.

Valverde vive en los Estados Unidos, donde enseña poesía y Romanticismo en la Universidad de Virginia. Por su excelencia académica ha recibido la Orden de José Martí.

IR: Buenas tardes Fernando, ¿Qué significa para ti la poesía?

FV: Más que significar algo en concreto su sentido es simbólico, pertenece más al nivel del símbolo que al del signo. La poesía es una forma de recordar, de perder, de tomar conciencia del tiempo, de dialogar con un mundo en el que el mal triunfa.

IR: ¿Crees que nos acercamos a ella como respuesta a una necesidad vital?

FV: Me he acercado a la poesía por muy diferentes razones, pero casi siempre con la esperanza de leerme a mí mismo en los ojos de otro. La poesía ha sido el centro de mi vida. Me salvó hasta del fascismo.

IR: En la introducción de esta entrevista he nombrado al poeta Shelley, ¿por qué esta fascinación hacia su vida y su obra?

FV : Porque me crucé con él en un momento de mi vida en el que nada importaba: la línea entre la vida y la muerte era insignificante. Shelley caminó sobre ese borde durante todo el final de su vida.

IR: ¿Qué otros autores son especiales para ti?

FV: Los dos grandes maestros que quedan vivos son Raúl Zurita y Luis García Montero. Sin duda son los autores que más me interesan en lengua española.

IR: ¿Qué equilibrio puede haber o crees que hay (a lo mejor no existe), entre los libros que se publican y la poesía que emana de ellos?

FV: Se publica mucha basura porque es lo que mejor se vende. Es un fenómeno que ha existido siempre desde la Revolución Francesa pero que tal vez nunca fue tan obsceno. Baudelaire lo definió perfectamente en su poema en prosa El perro y el frasco.

IR: ¿Vivir fuera de España te aporta una visión diferente sobre el ser humano: vidas, culturas, experiencias…?

FV: Me aporta una visión diferente sobre España. Me he convertido, como diría Luis Cernuda, en un español sin ganas. Me apena la pobreza espiritual de mi país, la corrupción generalizada. Seguramente me responderán que no vivo en un lugar mejor, pero eso no le da legitimidad alguna a que el contrato social esté completamente roto, al menos en lo que a mí respecta. Cada vez que necesité a mi país me falló. Las instituciones del estado me maltrataron. Vivo en un exilio que escogí porque España iba a matarme de manera pacífica.

IR: ¿Cómo te ves a ti mismo en unos años?

FV: Cada vez soy menos capaz de mirar al futuro, tal vez porque es más corto y mi vista está más cansada.

IR: Has publicado tu último libro “Los hombres que mataron a mi madre”, ¿qué pretendes con este libro? ¿El lector qué va a encontrar en él?

FV: La justicia poética. La poesía tiene que hablar sobre el maltrato generalizado contra las mujeres, sobre los métodos de abuso. He querido contar la historia de muchas mujeres invisibles a través del lenguaje simbólico de la poesía.

IR: ¿Hemos muerto como sociedad ?

FV: Extrañamente nos sentimos más libres que nunca. Somos esclavos de la sociedad tecnológica al servicio del neoliberalismo. Nunca fuimos menos libres.

IR: ¿La esclavitud significa la muerte?

En cierto sentido, sí.

IR: ¿Proyectos que tengas próximos?

FV: Quiero que mi hijo crezca feliz, es lo que más me importa ahora mismo en la vida. Percy Gordon es mi gran proyecto.

IR: Quisiera que te despidieras con alguna reflexión, o un verso por el que tengas especial interés, propio o de otros.

FV: Raúl Zurita nos dice que hemos fracasado como poetas, como artistas, porque el objetivo no era escribir buenos poemas o grandes sinfonías, sino hacer de nuestra vida una obra de arte. No puedo estar más de acuerdo. Por ese motivo, la poesía sólo vale la pena si su propósito es la bondad.

FERNANDO VALVERDE

Los Hombres Que Mataron A Mi Madre

Año de edición: 2023

Páginas: 64

Formato: 12,5 x 19,5 x 0,5 cm

Encuadernación: Tapa blanda

ISBN: 978-84-9895-494-4

Colección Visor de Poesía, n.° 1194

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