Ya conocemos el verso del gran Antonio Machado que dice:

“Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

Qué pena ver en qué nos hemos convertido. A nivel personal, social, cultural o humano. No digamos ya político.

Una u otra España. Uno u otro lado, y mientras, cuando son casi las nueve de la mañana y apuro mi primer café, oigo los obreros en la calle que sobre las siete ya han comenzado su jornada, porque a pesar de esta España que hiela, la de unos y otros, siguen intentando amanecer, a pesar de todo lo que observamos en la tele, en las calles, en la radio o en los periódicos.

La debacle de toda una sociedad por culpa de unos y de otros, que por sus intereses están hundiendo a la otra parte. O será que la otra parte contratante se esfuerza en esfumar la letra grande de un contrato y dejar la letra pequeña, como garantía de banalidad, de epopeya barata y de hipocresía a la carta. Vamos, un sainete al estilo hermanos Marx.

Y sigue España helándose, por unos y por otros

Yo miro de reojo, a las colas del paro, las colas del hambre, que las sigo viendo durante toda mi vida, pero que hoy, con objeto de atacar a los otros, las utilizamos como moneda de cambio. Y sigo viendo el empeoramiento en el campo, de los ganaderos, de los agricultores, la subida de precios, el desmantelamiento de la sanidad. Sigo viendo los prejuicios sociales, el acoso laboral, escolar y sexual. Y de la salud mental no hablemos, que de eso por desgracia ya sé un poco.

Y sigo viendo tantos problemas, tanta degradación. Y sigo viendo los insultos a los políticos de unos y de otros, y sigo viendo que las soluciones no se suceden. Y sí, sigo viendo la necesidad de manifestarse, que es un derecho, pero no el convertirlo en batalla campal, en un intento de promover el fascismo, la intolerancia, y la frustración.

Y sigue España helándose, por unos y por otros. Por los votos, por los deseos de poder.

Observar es necesario

Y pienso, ¿quién piensa en la gente?, ¿quién piensa en el futuro? Pues los de siempre. Los que intentamos salir adelante, en silencio. Los que nos retiramos de las frases hechas y los delirios de grandeza. Los que nos aislamos de la pataleta, del cinismo y de la incompetencia. Los que nos ocupamos de mirar, leer, estudiar, y observar.

Observar es necesario, te ayuda a darte cuenta de todas las perspectivas.

Y pienso, la suerte que tengo de librarme de ser una borreguita que va camino del matadero, porque para que me maten los demás, que ya lo han intentado muchas veces, es decir, -no se me asusten- a nivel psíquico, a través de sus estúpidos prejuicios, como decía, y su poca capacitad de autocrítica; prefiero morir cuando me toque, que por desgracia, sabemos todos donde vamos a ir una vez muertos; prefiero vivir en la libertad que me otorga apartarme de toda la parafernalia, y la mente y el cuerpo dedicarlo a lo que realmente importa.

Mientras, noviembre del 2023 avanza, sin futuro claro, pero con frío, mucho frío. Hace días que pasó la borrasca Aline, Bernard, Ciaran, y la última, Domingos. Pero hay una peor, una peor que no sabemos de sus consecuencias. Pero sí de su impacto.

Todo es posible sin democracia

Tengamos cabeza, volvamos a nuestra razón y seamos cautos. Todo es posible sin democracia, pero todo se puede devaluar por entender una democracia como dejarla en manos de títeres sin cabeza. Incluyendo a todo el mundo.

Si no queremos lo que ocurre, para eso hemos tenido unas elecciones, para votar mayoritariamente que queremos otro futuro, y si no se obtienen esos resultados para unos o para otros, que se repitan las elecciones, o bien que se implante un modo de gobernar que dé estabilidad y futuro a un país. No este sainete.

Tenemos una clase política que no mira a su pueblo, a sus representados. Y nosotros nos tiramos a la yugular por su culpa. Pues eso.

Desgraciado el país que necesita héroes.

Bertolt Brecht.

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