Bienvenido y muchas gracias por la oportunidad que me das para esta entrevista.

Escritor: Eduardo de la Fuente.

Libros: Ana y el hermano del enterrador, El Leñador bajo el cielo púrpura, Pretoria.

¿Quién es en realidad, Eduardo de la Fuente?

Un tipo fascinado por las historias de los demás y que un día decidió escribir las suyas.

Aparte de escribir ¿Cuáles son tus pasiones?

El cine y la música. También la Historia, especialmente la contemporánea. El pasado siglo XX me fascina. Como rezaba el subtítulo de una colección de la Editorial Juventud, fue «el siglo de la violencia». Me sigue pareciendo increíble que la Humanidad sobreviviera a todo lo terrible que ocurrió. Aunque hoy no estamos mucho mejor…

¿Qué estudiaste?

Yo llegué tarde a la universidad, casi con 30 años, después de hacer el curso de acceso para mayores de 25. Me matriculé en Geografía e Historia y a los dos años salté a Periodismo. Luego cayeron másteres, posgrados y esas cosas… Sí, yo también sucumbí a la titulitis. De hecho, tengo un diploma en casa que dice que soy director de cine, cosa que no es cierta pues no he rodado ninguna película.

¿Recuerdas el primer libro que leíste?

Fue una versión condensada en una edición para niños de Viaje al centro de la tierra de Julio Verne que compré en la papelería de mi barrio y recuerdo que me costó 100 pesetas. Me mosqueé bastante porque me supo a poco. Luego, a los siete años, convaleciente de una operación, me regalaron un precioso volumen doble que conservo y que incluía La llamada de la Selva y Colmillo Blanco de Jack London. Me lo regaló la vecina del tercero… Antes la gente tenía el detalle de regalar buenos libros. Lo leí de un tirón y desde entonces no he parado.

¿Cómo empezaste a escribir?

Desde chiquitín. En cuanto nos encargaban una redacción en la escuela me volvía loco de contento. No fue hasta mucho después cuando me planteé en serio escribir una novela. Era algo que siempre había pensado, pero que me imponía un gran respeto. Tal vez por haber trabajado en el Periodismo por años me animé, porque consideraba que había adquirido la experiencia necesaria, aunque narrativa y periodismo son completamente diferentes. No era consciente de dónde me metía. Me vine muy arriba y la primera novela que escribí se me fue a casi 700 páginas.

¿De dónde viene tu afición a la literatura?

Pues no tengo ni idea… Yo creo que simplemente los libros te llaman y tu respondes. Una buena novela puede generar una tormenta de imágenes y sensaciones en el lector, puede ser un estímulo tan potente como mil imágenes. Era un crío que buscaba historias y las encontró en los libros.

¿Qué género literario escribes y qué otro género te gustaría escribir?

No creo que se me pueda encuadrar en un género, es más, tampoco lo pretendo. Ana y el hermano del enterrador es una novela romántica con toques de humor blanco, mientras que El Leñador bajo el cielo púrpura se adentra en lo más oscuro del alma psicopática —si es que un psicópata puede tener alma—. Pretoria , por otra parte, se acerca bastante al costumbrismo… Otras novelas que tengo en el cajón van por otros derroteros. Creo que todo aquel que aspira a crecer como escritor debe dejar de lado el género, no encasillarse y apostar por un estilo propio. Me aburren los cánones y las etiquetas, aunque asumo que son necesarias. Me gusta mezclar géneros… Tengo ganas de meterle mano a la ciencia ficción. Eso sí, la mezclaré con algo más.

¿Planificas las historias al detalle antes de escribirlas o las dejas surgir sobre la marcha?

Suelo trabajar con una premisa sobre la que desarrollo una historia. Normalmente tengo claros el principio y el final. Lo cierto es que a medida que avanzo en la escritura y los personajes crecen las cosas cambian. Cuando se acerca el momento de concluir barajo varios finales además del que tenía en mente. Eso es el proceso creativo, dejar libertad a la espontaneidad, a que sucedan cosas que puedan sorprender al escritor y obligarle a cambiar de planes. Nunca he entendido a los autores que trabajan con guiones o que escriben las novelas en capítulos sueltos que luego hilvanan unos con otros. ¿Dónde queda ahí la evolución de los personajes, van a hacer y pensar lo mismo en la página 1 que en la 500?.

¿Elegiste tú la editorial o ella a ti?

Con la última que publiqué nos elegimos mutuamente. En estos momentos, con toda sinceridad, es algo que he delegado en María José Romero, mi agente editorial de MJR. La búsqueda de una editorial resulta frustrante, genera ansiedad, te roba tiempo y fuerzas para dedicar a lo verdaderamente importante que es escribir.

¿Cómo te haces notar hoy en un mundo editorial tan sobresaturado?

Demostrando que soy un escritor de largo recorrido, que soy productivo, que genero historias, que no paro de escribir… Que se puede confiar en mí, que ofrezco compromiso. Mira, hoy muchas editoriales no se miran los manuscritos. Antes de leer una palabra te preguntan cuántos seguidores tienes en redes sociales. Eso no es un criterio de selección, es una puta mierda. Entiendo que les interese, pero entrar en esas discusiones fatiga. Yo escribo y confío en mi agente. Es una cuestión de salud mental.

¿Tienes algún autor favorito, alguien a quien tengas como referente?

Me gusta la pregunta, yo siempre hablo de referencias y no de influencias. No puedo quedarme con un solo autor, pero te citaré tres y la razón por los que los considero referencias: Morris West, por la fluidez con la que cuenta las historias; Miguel Delibes, por su capacidad de describir el alma humana; y Stephen King porque… Porque escribe cosas que parece que esnifa pegamento.

¿Qué consejo darías a nuestros lectores que sueñan con ser escritores?

Que no lo sueñen y se pongan a trabajar en ello. Ser escritor es un dogma de fe, uno se lo tiene que creer sin caer en la arrogancia. Que nunca dejen de aprender y de ser humildes. Que sean curiosos. Y que tengan un plan B. Ser escritor no es vender millones de libros, es escribir, pero de algo hay que comer y pagar las facturas a final de mes.

¿Cuál es la mejor experiencia que has tenido hasta el momento con un lector?

Fue con mi esposa, mi lectora cero y la más inmisericorde crítica que tengo. Tras leer el manuscrito de El Leñador bajo el cielo púrpura me retiró la palabra dos semanas.

¿Fue una buena experiencia?

Desde el punto de vista de las relaciones maritales, no. Desde el literario, sí, porque demostró que como escritor era capaz de herir la sensibilidad del lector. A ver, no es que busque sacudir al lector de forma gratuita, pero generar una respuesta, remover algo en su interior… Eso sí.

¿Cuánto tiempo dedicas a escribir?

25 horas al día. Uno no se pone y se quita la camisa de escritor. Y escribir no sólo es el tiempo de teclear frente al ordenador. Tienes una idea, le das forma, imaginas y recreas mil veces los diálogos y las situaciones… Ahora bien, lo que es escribir en sí… Dedico casi todo el tiempo libre del que dispongo y que no es mucho, lo que supone robárselo a la familia. Ese es el precio que hay que pagar.

¿Eres sensible a la crítica literaria?

No soy tan importante como para que la crítica se fije en mí. Si llegara el momento ya vería cómo lo encajo.

¿Algún otro proyecto en preparación?

Cientos. He asumido que no tengo tiempo para leer ni para escribir todos los libros que me gustaría. Ahora espero que en unos meses pueda tener otra novela en la calle, aunque no depende mí. Confío en ella, creo que puede significar un importante paso adelante.

Muchas gracias por esta entrevista.

A ti, Carlos. Nos leemos.

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