Una juventud con un apellido propio mal educada

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«La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros»

Sócrates, Siglo IV a.C.

Es evidente que uno por fin crece cuando entiende la parte de control real que tiene sobre su propia vida y actúa en consecuencia a ello…

Cuando hablé con la madre, todo se resumía a que la muchacha tenía malas compañías, que le habían comido el coco, por lo que no tenía culpa alguna, simplemente era la víctima de haberse enamorado de una porrera.

En cuanto conversé con ella, Fernanda, argumentó todo lo contrario, que su verdadera familia eran sus amigos y sus padres dos ogros que le habían amargado la infancia por su carencia de expresión afectiva, falta de comunicación y una estricta disciplina ante los derechos y deberes de la convivencia, lo cual provocó durante su adolescencia que rebelarse ante ello fuese lo que le daba sentido a su manera de ser.

Al padre, en cambio, le pareció que se parecía mucho a su suegro, un bala perdida, muy dado al abuso de alcohol y al desenfreno, por lo que pensaba que la genética había tenido una mala influencia en la muchacha.

A los 28 años Fernanda no ha conseguido trabajar, legalmente, un sólo día de su vida. Sigue viviendo en casa de sus padres, en el mismo cuarto donde sus paredes están repletas de detalles que describen como una mente infantil se había convertido en una vaga profesional.

Un auténtico fracaso también en los estudios, sigue pendiente de acabar la ESO.
Forma parte de una de las pandillas multiétnicas más activas en el mundillo del trapicheo, venta de drogas blandas, prostitución de menores y delincuencia basada en el hurto fácil.

Nunca ha sido detenida, va con los delincuentes de bajo nivel, pero astutos, con ellos, pasa lo mismo que con las multas de tráfico, a la mayoría de infractores, realmente, no se les multa, sobre todo si saben dónde están los “controles”. En definitiva, hay muchísima más delincuencia de la que estamos dispuestos a admitir.
El no va más ha sido cuando, Fernanda, se ha presentado en el comedor social con un informe de vulnerabilidad expedido por una trabajadora social para venir a recoger comida.

Al verme, me dice, “hostia, tío Toni (su padre es como si fuera un hermano) no te esperaba encontrar aquí, creí que los viernes nunca venías”.
A lo que le contesté, Fernanda ¿qué cojones haces aquí?

Me responde “me puse pesada con la trabajadora social que atiende a mi colega Mohamed hasta que me expidió un certificado de estos”, «es que quería comer con él y los otros colegas de la pandilla».

Sus padres, ambos son funcionarios, bueno, el padre, recientemente se ha jubilado, pero la madre sigue trabajando en el CIM.

Llamé a la trabajadora social que le había expedido el certificado para intentar entender cómo había pasado todo y ,cuando hablé con ella, estaba tan cansada, estresada e incluso diría aterrorizada por la pandilla de energúmenos de los que formaba parte Fernanda, que sólo pude consolarla y decirle que ya me encargaba yo de solucionarlo para que no tuviera más problemas.

Saben, lo más complicado, la mitad de esa pandilla son menores que sistemáticamente cometen pequeños delitos.

A Fernanda le di la comida a cambio del certificado, acto seguido le dije que por hoy pasaba, pero que no volviera al comedor social pues ella no lo precisaba, es más, que al hacer eso, le quitaba la oportunidad a otro más necesitado de poder acceder a ese servicio; por lo que sus colegas me increparon y amenazaron, por cierto, en varios idiomas.

Tras el pataleo se fueron

No es nada fácil intentar educar cuando la sociedad no es que haya dejado de ser, conscientemente, el principal actor educativo, es que nunca ha sido el único factor ni el más importante… como que por ejemplo, simplemente, la mayor probabilidad biológica para que se produzca una actividad más delictiva, está en la franja de edad de entre los 16 y 29 años.

Para los que realmente quieran entender la dimensión del problema: enlace

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