Cuevas abre las puertas de una exposición conmemorativa de la Riada del 73

El pasado 3 de noviembre se presentó la amplia programación que ha preparado el consistorio para celebrar esta efeméride.

El alcalde, la concejala de Cultura y los comisarios de la exposición han inaugurado en la Sala de la Tercia la muestra “El año del diluvio. Medio siglo desde las inundaciones de 1973: procedentes y consecuencias”.

El Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora ha presentado en el Museo de arte contemporáneo, Antonio Manuel Campoy, el programa de actos conmemorativos del cincuentenario de la Riada de 1973.

El alcalde Antonio Fernández Liria y los comisarios de la exposición, Enrique Fernández Bolea y Juan Grima Cervantes, han dado a conocer todos los detalles de esta muestra y del resto de actividades que se van a llevar a cabo en los próximos meses.

Al evento, organizado por el área de Cultura de Cuevas, dirigida por su concejala Juani Haro Navarro, ha asistido la diputada provincial de Cultura Almudena Morales, quien ha mostrado su admiración ante el rico y único patrimonio cultural del municipio.

Medio siglo

Hace medio siglo se produjo uno de los episodios de lluvias torrenciales más violentos que se recuerdan en el sudeste peninsular. Las consecuencias fueron dramáticas para las provincias de Granada, Almería y Murcia, con cientos de fallecidos e incalculables daños materiales. Tuvo lugar el 19 de octubre de 1973 cuando una gota fría desencadenó una sucesión de tormentas que hizo descargar sobre las cuencas medias y altas de los ríos Adra, Andarax y Almanzora, con medias de precipitación que superaron los 200 l/m2 y, en casos puntuales como el de Zurgena, alcanzaron unos insólitos 600 l/m2 en tan solo dos horas, un récord aún no superado en Europa y en buena parte del mundo.

La inundación

La inundación se cebó con localidades ubicadas en el curso bajo de los ríos principales, como Adra y Cuevas del Almanzora, o en las riberas de algunas ramblas como le ocurrió a Albox y Zurgena.

Había que retrotraerse casi un siglo, a la inundación de Santa Teresa en 1879, para encontrar un precedente tan devastador protagonizado por el Almanzora, e incluso aquella generó caudales inferiores a la riada de 1973, a la que se le atribuyó una recurrencia de un milenio, es decir, de las que acontecen cada mil años.

Y no fue para menos, ya que uno de los frentes de aquel aluvión llegó a sobrepasar los doce metros de altura y acumuló un caudal prolongado de 3.500 metros cúbicos por segundo, aproximándose en momentos muy puntuales a los 5.000, el caudal medio del Danubio.

Virulencia de una riada

Aquel 19 de octubre, Cuevas, situada a escasos trece kilómetros de la desembocadura del Almanzora, soportó toda la virulencia de una riada acrecentada no sólo por las precipitaciones excepcionales caídas más arriba, sino también por otras circunstancias eventuales como el efecto pantano que ejerció el puente de Santa Bárbara y la propia ubicación de la localidad tras la estrecha garganta que forma el Almanzora cuando atraviesa la sierra de Almagro.

Desastre sin precedentes

Hacia las dos de la tarde la crecida sobrepasó los semiderruidos muros de contención y asoló la huerta cuevana –más de 500 hectáreas de regadío- hasta los pagos más cercanos al mar. Inundó los barrios de Las Arenas, Bravo y otras zonas urbanas como la avenida Barcelona situadas en la parte más baja de la población, causando un desastre sin precedentes.

Aunque por fortuna no hubo fallecidos, 200 viviendas fueron completamente arrasadas, con pérdida total de enseres, y otras tantas afectadas en mayor o menor grado.

Los centros educativos, como el colegio nacional y el instituto de Bachillerato, sufrieron el embate de las aguas, lo que provocó que durante semanas unos 1.500 niños y jóvenes no pudiesen recibir su formación educativa.

Servicios básicos como el alcantarillado y el agua corriente, así como las comunicaciones por teléfono y telégrafo, padecieron severamente los estragos de la riada. La destrucción de las carreteras que partían de la localidad produjo su aislamiento.

Comercios, establecimientos de hostelería, almacenes mayoristas y otros negocios sumaron pérdidas por centenares de millones.

Hubo decenas de vehículos arrastrados por la fuerza del turbión, incluidos camiones, maquinaria agrícola y varios autocares de una empresa local de transportes.

Zona catastrófica

Ante la calamidad el alcalde de entonces, Jesús Caicedo Gómez, solicitó desde un primer momento la declaración de zona catastrófica como única medida para encauzar ayudas estatales que garantizasen la pronta recuperación del municipio.

Pues bien, desde la reflexión que otorgan los cincuenta años transcurridos de aquella catástrofe, el Área de Turismo, Cultura y Patrimonio ha programado un conjunto de actividades que traen a colación aquel episodio de lluvias excepcionales, profundizan en sus antecedentes y consecuencias, y pretenden difundir el legado histórico, gráfico y de memoria colectiva que se ha ido generando desde aquel inolvidable 19 de octubre.

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