Así se arranca Víctor Jara con su “Canto libre” y de la misma manera completa la primera estrofa… “Mi verso es una paloma / que busca dónde anidar,  /  estalla y abre sus alas / para volar y volar.”

Probablemente la paloma sea la mejor y conocida mensajera para trasladar el espíritu de la paz hasta aquellos corazones que la ansían entre lágrimas que duermen un sueño de difícil despertar, y risas tras haber alcanzado con su vuelo el lugar en donde anide  por los tiempos que mida un reloj viejo o joven pero sin saetas que lo marque.

Hoy, quiero dejar la guerra para los que la buscan y postulan. Hoy quiero refugiarme en un sentimiento sin olvidar el pasado. Hoy quiero, porque lo deseo, plantearme alguna de esas preguntas que, por cobarde, no he sido capaz de buscarle respuesta. Hoy no quiero hablar de destrucción ni de las miserias que dejan a su paso… 

HOY quiero rendir mis cuentas tanto ante las gentes de buena voluntad, como ante las que con el corazón cegado no son de tan buen hacer.

Por eso ahora soy yo el que se arranca con la principal de las preguntas: ¿Y después, qué? 

Cuando las armas guerreras vuelvan a sus recintos y la pólvora esté mojada, ¿qué?

Porque ahora todo es sufrimiento, preocupación por conseguir un camino hacia la esperanza con el deseo de cerrar la página más triste de sus vidas, pero cuando la guerra haya finiquitado los últimos eslabones de esa cadena de insensateces que la han provocado, ¿qué va a pasar?

Habrá que reconstruir la ciudades y pequeñas aldeas destrozadas, levantando los nuevos edificios, redes de suministro, parques y jardines. Y habrá que hacerlo con los ojos de aquella esperanza alcanzada, lejos del odio concitado. Solo así, aquellos miles de niños que sin saber el porqué de la huida prematura de su entorno, podrán reconstruir su vida dejando que vuelva aflorar a su semblante aquellas sonrisas que delataban felicidad.

Y a los jóvenes y adultos que, sin entenderlo muy bien, han tenido que malvivir con esa salvajada, les quedará el guardar en un amplio baúl de los recuerdos aquellos episodios en los que, sin proponérselo, han tenido que asumir.

El odio y el rencor no son buenos compañeros de viaje para uno de esos que tienen que realizar en otra dimensión de su vida. Así no se acabarán los problemas para una convivencia humanizada en la libertad y la ilusión. Para muchas personas en Ukrania y la misma Rusia, tras cada noche aparece un nuevo día que traerá consigo un saco mundial de solidaridad, y eso si es lo más importante que nos puede quedar para calmar tanto desasosiego, porque el temor por el misil que va a acabar con nuestra existencia, dejará paso al hecho de que es posible construir un mundo nuevo sobre las ruinas en que lo han convertido. Y siempre sobre esa tierra mojada que su olor supere la propia quemada.

Hoy también quiero traer a mi recuerdo dos expresiones de la bella canción latina conocida por “Guantanamera”… “Cultivo una rosa blanca / en julio como en enero / para el amigo sincero / que me da su mano franca. / Y para el cruel que me arranca / el corazón conque vivo, /  cardo ni oruga cultivo / cultivo una rosa blanca”.

Yo sé que es muy difícil perdonar cuando se ha hecho tanto daño, pero aunque sea auto perdonarnos por haber anidado en lo más profundo de nuestros sentimientos ese deseo de venganza, bueno será cobijarnos en el pensamiento del profesor de psicología en la Universidad de Wisconsin-Madison (USA) Robert Enright: “El perdón es un regalo silencioso que dejas en el umbral de la puerta de aquellos que te han hecho daño”.

Difícil de conciliar a corto plazo pero no imposible si no se entremezcla con el olvido. El odio, que no ha sido buscado, puede aparecer como consecuencia, y quien así lo perciba será el más perjudicado en sus propios sentimientos.

Maldigamos a los invasores, honremos a los muertos y afrontemos la nueva vida que aparecerá ante nosotros. Solo así podremos dar una respuesta a aquella pregunta del principio… ¿Y después qué? 

El olvido ni es posible, ni es deseable. Lo del perdón es otra cosa, muy respetable y sí deseable.

Playining for chance/Soung arouna the world. (75 músicos interpretando la canción)

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