La «suerte» es, en gran medida, la actitud ante la vida… lo demás es causalidad

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Ira, odio y desprecio, puntualmente son inevitables ante las duras pruebas a las que, tal vez, te puede someter la existencia, pero sostenidos en el tiempo, son tres signos de la falta de inteligencia emocional.

Una persona irascible y vanidosa no importa lo mucho que construya, ya que, una salida de tono, una posición chulesca, un comentario inoportuno… y se desacredita a sí misma para no dejar, luego, de ser un mendigo de la aprobación de los demás.

La auténtica hermosura no está en la estética física, superioridad psicológica o mayor estatus social… está en la unión de los efectos de su expresión en los demás y en ti en un acto de sincero afecto… 

Todos somos un reflejo interno propio en conjunción con el espejo externo de lo que realmente eres, pues, lo que piensas es lo que crees ser, lo que haces es lo que los demás creen que eres… ambos son lo que eres en realidad, tus dos reflejos, el interno y el externo. 

Por ello, hasta que no abrazas la humildad, hay demasiada diferencia entre tus valores y la imagen que das, no te ves un ser completo en armonía con tu entorno, por ello compites siempre contra éste, intentando tener más o ser más en lo que sea que alimente tu hambrienta autoestima.

Cuando resulta, que el equilibrio consensuado entre tu ser y tu entorno es tu mayor fortuna, lo sabes justo en el momento en que descubres que tienes a gente que te quiere sin que tengas que esforzarte en querer ser amado o aparentar amar.

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