Existimos bajo la obsesión de unos deseos que creemos propios… pero que no lo son

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La sociedad que ha dado más importancia a la felicidad individual es la que cuenta con un porcentaje más importante de insatisfechos e infelices, según se deduce de los estudios de Pascal Bruckner, filósofo francés (La euforia perfecta).

El ser humano ha descubierto cómo paliar el dolor, el hambre y otros aspectos incómodos de su existencia, creando su pequeño paraíso particular: llega a casa, se toma sus benzodiacepinas, después de su bocata, se tumba en el sofá, pone la tele y se queda dormido como un bebé… a veces.

Vivimos en la cultura de que se puede eliminar todo el sufrimiento y claro… de ello se tenía que hacer un gran negocio.

Por eso, todo un entramado político, legal y económico se configuró para que, al igual que un burro persiguiendo una zanahoria, millones de personas se crean la publicidad de una «felicidad» con la que, supuestamente, pueden cumplir unas expectativas impuestas vía mediática, mayormente irrealistas, que les dará una vida llena de dicha.

La trampa perfecta… siempre hay algo en tu entorno que refuerza esa falacia: «tú puedes»… y no es verdad, no hay que confundir probabilidad con posibilidad.

Me explico, según describe la psicología social, la distancia que hay entre lo que tú realmente puedes conseguir invirtiendo un tiempo y esfuerzo que no consuma irracionalmente tus recursos, y tus expectativas, ese margen, indicará tu índice probable de felicidad.

El consumismo, como base de vida en el que estamos sumergidos nos ha hecho perder noción de la distancia que hay entre lo que realmente somos y lo que nos dicen que podemos ser.

Nos han «vendido la moto» de que nuestro derecho a ser felices tiene que ser interpretado como «deber ser felices» pero siempre desde un modelo socioeconómico pernicioso, y claro, para ello, no te preocupes… tu «coach publicitario» te motivará y en mediamarkt, gracias a tu tarjeta de crédito, te conseguirán una nueva «dosis» de dopamina, para que luego el cortisol del estrés que te provocará tener que estar trabajando varias horas extras los 24 meses del crédito concedido acabe con parte de tu salud física y mental…

Pero no todo está perdido…

Tu médico se encargará de rematar la faena dándote un sucedáneo de neurotransmisores para que soportes este bucle sin fin… y sigas siendo una «unidad funcional económica eficiente» que se cree que haciendo lo contrario de lo que debe… será feliz…

Incluso, en última instancia, muchos acaban en el «santuario del bar»… dándose monodosis de dopamina cervecera, o cualquier otra sustancia adictiva, que no hace más que empeorar la situación a largo plazo.

Amigos… El auténtico camino de la felicidad es una forma de ser que trasciende a los deseos egoístas impuestos por un modelo artificial de la vida.

Es un reencuentro con la inocencia de redescubrir lo más elemental, en una vida sencilla, en un sentimiento de paz en ti.

La persona más feliz, es la que está bien consigo misma y no supedita ese bienestar en algo externo a ella, que no sea algo inmutable objetivamente, como un niño que disfruta de andar en la orilla del mar, con otras palabras, no supedita su existir a unas expectativas que son continuamente manipuladas por la cultura y sociedad esclavista basada en poner cadenas.

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