Tengo la enorme suerte de haber conocido Kiev antes de la barbarie, día 5 de febrero volví de esa hermosa ciudad con mi mujer, después de pasar unos días preparándonos para lo peor, una semana en ese país no es suficiente para conocer poco más que pinceladas de esa ciudad y conocer a su gente.

Todavía recuerdo a mi mujer sorprendida por no tener frio en camisa y chaqueta a -6, a lo mejor soy Menorquín, pero del norte… la verdad es que me sobraba con el calor de nuestros amigos allí, amigos con vida sencilla, de distintas clases sociales y opiniones diversas. Hoy veo en las noticias las calles por las que camine hace solo dos semanas y me cuesta reconocer los lugares en los que estuve paseando en LIBERTAD.

Recuero a mis amigos con proyectos de futuro y un precioso Aaron bebe de cinco meses al que le leían cuentos en castellano, prometí enviarles unas bonitas abarcas y un cuento en Menorquín, recuerdo a los amigos que me llevaron a pasear hasta el jardín botánico y la impresionante plaza Sofia, recuerdo los mercados llenos de gente y la luz de una preciosa metrópolis del siglo XXI.

No hay derecho a que un solo hombre con un pueblo cobarde e ignorante de la realidad del mundo por años de propaganda y desinformación pueda arruinar la historia de un gran país y el futuro de su gente, dicen que Ucrania es su pueblo hermano…, yo no quiero hermanos capaces de asesinar a su pueblo.

En este momento no se trata de economía, no se trata del precio de la electricidad, no se trata del gas, no se trata de política, estamos hablando de DIGNIDAD, LIBERTAD y DERECHOS HUMANOS.

Tengo amigos que están refugiados en estaciones de metro, amigos que han dejado sus tres hijos pequeños con familiares y han ido a luchar por su país, amigos que están luchando por su país, por su familia, por su libertan y no os confundáis, están luchando por nuestra libertad, por la de nuestras familias y por el derecho de elegir libremente su futuro. Me siento orgulloso de la gente y el país que me acogió unos días, doy todo mi apoyo a mi mujer, su familia y sus amigos a seguir resistiendo ejemplarmente a un tirano y me avergüenzo enormemente de que mi país y el resto del mundo les haya abandonado.

No puedo dejar de recordar hasta la última persona que cruce por la calle, al ciudadano que me pidió fuego y yo no entendí, a la señora que me pedia la vez en la cafetería y no puede entender, a la adolescente que me atendió en una cafetería y no hablaba ni una palabra de ingles, pienso en todos mis amigos y en todos los desconocidos que se cruzaron en mi camino y no puedo dejar de pensar que habrá sido de ellos, si estarán a salvo, si ahora estarán defendiendo valientemente su país y su libertad, saber si están vivos.

No se trata de pedir ayuda a Ucrania, se trata de ayudarnos a nosotros mismos haciéndole saber al mundo, gritar suficientemente fuerte, hasta llegar a los oídos del último ruso que todavía no ha abierto los ojos, que su país, su presidente, se está convirtiendo en un criminal del que él y las generaciones futuras de su pueblo deberán avergonzarse.

Yo soy Ucraniano
Gabriel Aznar Gomila

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