Dime con quién has estado en la vida y te diré como mientes…

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Según la psicología social, mentimos en una de cada cuatro interacciones sociales. La mayoría, para manipular.

Mentir es una de las principales causas del sufrimiento propio y ajeno… se miente para impresionar, por inseguridad, por caer bien, por creer ayudar a alguien con ello, para conseguir objetivos, como por ejemplo, en un CV.

Una de las mejores universidades para aprender a manipular y mentir desde tu remota infancia es haber tenido que sobrevivir a un entorno desprovisto de auténtico afecto y amor.

Hoy, una buena persona me presentó a una joven de 19 años, desde niña en manos de servicios sociales…

Hablar con ella es ver como el aparentar y mentir se han convertido en un arte.

Es una máquina de sobrevivir que ha llevado al nivel de sublime la puesta en escena para ‘caer bien’.

Es como si hubiera hecho una carrera, dos masters y un doctorado en política: ‘Sería capaz de vender la plaza de España a un turista’.

Las personas que desde su tierna infancia han tenido que aprender a sobrevivir, especialmente los más inteligentes, se convierten en expertos en la manipulación a corto plazo.

Pero las secuelas emocionales la hacen vulnerable, ante el estrés es huidiza y no tiene suficiente autocontrol para no comportarse infantilmente ante una discusión donde pueda alguien descubrir que todo lo que dice es un castillo de apariencias de lo que cree que desean los demás de ella para sentirse protegida.

Según la psicóloga María Jesús Ávala: ‘Los mentirosos abusan de la buena educación que, por lo general, tienen las personas, y suelen elegir bien a sus víctimas. Los manipuladores, son agresivos psicológicos’… no buscan a alguien como ellos. 

Escogen a una persona sensible, empática, afectiva, generosa… a la presa fácil, en definitiva… por eso no podía evitar sonreír al ver a quien me la estaba presentando, una buena persona que cree que tenía controlada la situación… 

La gente no está preparada para descubrir a un mentiroso experimentado, por eso, especialmente en política, los mentirosos inundan nuestras vidas. 

Al mentiroso se le detecta por una contradicción entre lo que ha dicho y los hechos posteriores: Véase la hemeroteca de Sánchez, Rajoy o Iglesias… y a pesar de ello, como se lo indiques a cualquier seguidor suyo se te tira al cuello.

Estamos educados para incluso sentirnos mal al intentar desenmascarar a un mentiroso… Por eso, esa falta de consecuencias inmediatas hace que personajes de la política puedan seguir haciéndolo durante toda su vida pública. 

Por tanto, si no hay consecuencias inmediatas, no hay cambio.

Tenemos más de un 40% de los jóvenes sin trabajo y esto provoca la peor escuela de la vida que se les pueda dar: ‘Todo vale para salir adelante’.

Cuidado, las opciones políticas populistas  a través de hacerse abanderados de su frustración ante la falta de porvenir en sus vidas, son las que se aprovechan de los menos inteligentes de este colectivo, los jóvenes sin formación, sin estabilidad familiar, sin equilibrio emocional.

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