✍ Francisco José Castillo Navarro/ Durante la conquista y ocupación de América, dos modelos completamente opuestos se enfrentaron en la historia: el modelo virreinal instaurado por la Monarquía Hispánica y el modelo colonizador de raíz anglosajona. Mientras el primero —con todos sus errores— buscó integrar culturas, construir ciudades y evangelizar con cierta noción de humanidad, el segundo impuso el despojo, el exterminio físico y cultural de los pueblos originarios y la segregación racial como fundamento.
Lejos de ser comparables, estos dos sistemas dieron lugar a dos mundos distintos: una América mestiza, rica y diversa en el sur, y una América anglosajona con un pasado genocida y una sociedad marcada por la discriminación estructural.
1. El Modelo de los Virreinatos: Integración, Mestizaje y Legislación
La presencia española en América no fue una simple explotación económica. Se trató de una expansión del Imperio, con estructuras jurídicas, religiosas y culturales complejas. Los virreinatos se organizaron como réplicas del Reino en América: con virreyes, audiencias, universidades, cabildos y órdenes religiosas que llegaron no solo a dominar, sino a formar un tejido social nuevo.
El humanismo de algunos de sus protagonistas marcó una diferencia radical respecto a otros modelos coloniales. Un ejemplo claro es Fray Bartolomé de las Casas, quien en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) denunció los abusos cometidos en la primera etapa de la conquista, y defendió a los indígenas con estas palabras:
“Todos los pueblos del mundo son hombres, y así tienen igual derecho a la libertad, a sus tierras y a su religión. Ninguno es esclavo por naturaleza.”
Esta visión fue llevada a las instituciones. Las Leyes de Indias —especialmente las Nuevas Leyes de 1542— establecieron límites a la encomienda, prohibieron la esclavización de los indígenas y los declararon súbditos del Rey, con ciertos derechos civiles.
El mestizaje fue no solo biológico, sino cultural. El virrey Antonio de Mendoza (primer virrey de Nueva España) escribió en una carta a Carlos V:
“No hay que destruir, sino enseñar. Pues es mejor gobernar hombres que ruinas.”
Además, se fundaron universidades como la de Lima (1551) o la de México (1551), donde los hijos de criollos e incluso algunos indígenas pudieron acceder a formación. En las misiones, los jesuitas aprendían lenguas indígenas, como el quechua, el náhuatl o el guaraní, y las utilizaban para evangelizar, pero también para preservar conocimientos.
2. El Modelo Inglés: Exclusión, Exterminio y Supremacía
Mientras tanto, el modelo británico en América del Norte operaba bajo una lógica completamente distinta. Los pueblos originarios no eran considerados súbditos, ni personas, sino obstáculos a eliminar. Desde el primer momento, el objetivo fue claro: tomar la tierra, borrar la presencia indígena y establecer asentamientos blancos exclusivos.
En 1637, durante la Masacre del Río Mystic, los colonos ingleses prendieron fuego a un pueblo pequot y mataron a más de 500 personas. El comandante puritano John Mason justificó la masacre diciendo:
“Dios rió mientras sus enemigos eran destruidos.”
Esa lógica religiosa del exterminio se repitió muchas veces. El reverendo Cotton Mather, influyente pastor puritano de Nueva Inglaterra, escribió:
“Los indios son bestias salvajes... más cerca del diablo que de Dios.”
La famosa doctrina del "Destino Manifiesto", que justificaría más adelante la expansión de Estados Unidos sobre el resto del continente, nació de esa raíz teológica racista: los blancos protestantes eran los elegidos por Dios para gobernar América. Todos los demás, incluidos los pueblos originarios, debían ser eliminados o sometidos.
3. El Legado: Una América de Fusión Cultural vs. una América Segregada
Los resultados históricos hablan por sí solos.
La América hispánica es profundamente mestiza. Desde México hasta Argentina, se dio un proceso de fusión cultural, étnica y lingüística sin precedentes. Hoy, en los países de origen virreinal, las lenguas indígenas sobreviven, los apellidos nativos conviven con los castellanos, y las festividades religiosas combinan elementos cristianos y precolombinos.
En cambio, en la América anglosajona, el exterminio fue tan eficaz que en muchos territorios simplemente no quedaron pueblos originarios. El racismo fue legalizado, primero contra indígenas, luego contra esclavos africanos, y se institucionalizó durante siglos. Hasta hoy, la discriminación estructural en Estados Unidos tiene raíces en ese modelo de colonización racista y genocida.
4. Conclusión: Lo Mejor y lo Peor de la Historia Americana
El modelo español, representado en los virreinatos, no fue perfecto. Pero tuvo un componente civilizador claro: construyó ciudades, impulsó universidades, desarrolló el mestizaje y reconoció la dignidad de los pueblos originarios. Hubo figuras que defendieron la humanidad del otro y sentaron precedentes legales y éticos que no existen en el modelo anglosajón.
Las colonias inglesas, por el contrario, fueron el ejemplo más brutal de colonización basada en el odio, el exterminio y la codicia. No hay legado cultural indígena integrado, porque los pueblos fueron exterminados. No hubo leyes que los protegieran, porque no se los consideraba humanos.
Como escribió el Inca Garcilaso de la Vega, el gran cronista mestizo del Perú:
“Dios quiso que naciera entre dos mundos, para unirlos, no para separarlos.”
Esa frase resume la esencia del mundo hispanoamericano: un puente entre culturas. Frente a ello, el modelo inglés representa la ruptura total. La historia, una vez más, deja claro cuál fue el camino más humano, más civilizador y más justo.
1 Comentarios
Bien podrían conocer la realidad aquellos que dan crédito a la CRÓNICA NEGRA, cuando son incapaces de estudiar fuentes fidedignas y plantar cara a tantas falsedades vertidas sobre lo acontecido en este espacio geográfico.
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