Se dice que en una pequeña ciudad, una joven llamada Lucía se obsesionó con un viejo ritual que había escuchado en la escuela. Se comentaba que si te mirabas en un espejo a medianoche, con una vela encendida y susurrabas tres veces "muéstrame la verdad", podrías ver tu destino… o algo mucho peor.
Una noche, desafiando sus miedos, Lucía apagó las luces de su habitación, encendió una vela y se colocó frente al espejo. Mirando fijamente su reflejo, pronunció las palabras prohibidas. Al principio, nada sucedió. Pero cuando se disponía a apagar la vela, notó que su reflejo sonreía… aunque ella no se estaba sonriendo.
Horrorizada, quiso apartarse del espejo, pero su reflejo se quedó inmóvil, observándola con unos ojos oscuros y profundos. De repente, el reflejo levantó la mano y apagó la vela… desde el otro lado.
Esa fue la última vez que alguien vio a Lucía. Sus padres la encontraron a la mañana siguiente, su habitación vacía, pero el espejo estaba cubierto con una sábana vieja y polvorienta. Nadie sabe qué ocurrió realmente, pero desde entonces, hay quienes aseguran que si pasas frente a un espejo a medianoche, podrías ver a alguien más observándote… aunque tú ya te hayas ido.
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