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Entrevista a Jaume Albertí Albertí, presidente de la Cooperativa Tramuntana Viva Mallorca

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Banyalbufar y la Malvasía

T. Cuentan libros de historia que el vino de Malvasía de Banyalbufar estaba en la mesa de la realeza española durante mucho tiempo.
No responde a fábula ni leyenda, ¿verdad?

J. Desmentimos esta noticia en el libro Historia de la malvasía de Banyalbufar, porque siempre acudimos a las fuentes históricas que se encuentran en los archivos. Del siglo XIV, la noticia más curiosa y repetida por la historiografía local es la que aportó el historiador Joaquín María Bover, que ejerció de secretario del Ayuntamiento de Banyalbufar a mediados de siglo XIX, cuando escribió que el rey Pedro III y su mujer habían encargado vino del municipio para consumo propio.

En los documentos originales solo se menciona que se mandaba vino mallorquín, no se especifica que son de Banyalbufar. ¿Eso significa que no se sirvió jamás malvasía de Banyalbufar en la casa de los reyes de la Corona de Aragón? Es probable que sí se consumiera, pero no hay pruebas documentales hasta el momento. Además, la malvasía de Banyalbufar tiene su expansión a partir del siglo XVI, no antes.

T. El foco de la filoxera de 1891 en Mallorca diezmó las viñas en Banyalbufar que era un cultivo muy extendido en “marjades” del que parte de la población dependía en gran medida de este casi monocultivo. ¿Supuso este hecho una catástrofe económica y social?

J. El siglo XIX fue nefasto para las viñas de Banyalbufar. La primera plaga fue la del pulgón que se desarrolló entre los años 1841 y 1848. Pocos meses después, en 1850, una fuerte sequía azotó el pueblo, para continuar con el oídio (cendrada) que mató a gran parte de los parrales de malvasía.

El estoque final llegó, efectivamente, con la filoxera, que precipitó el proceso hacia la desaparición progresiva de la viña. Aunque hubo otros factores, tales como la implantación del tomate de ramallet (cultivo mucho más seguro y rentable), la dificultad técnica de los injertos y la mala sanidad vegetal de los nuevos pies americanos y, finalmente, la desaparición de la práctica agrícola como consecuencia del triunfo del sector terciario y la emigración de muchos banyalbufarins hacia mercados de trabajo de la Ciudad. La combinación coetánea de todos estos factores condujo a la desaparición del viñedo en Banyalbufar.

A pesar de todo, entre los años 1957 y 1963 todavía quedaban fincas que cultivaban viñedo y elaboraban malvasía, encaminada, básicamente, al autoconsumo y al mercado local de Banyalbufar.

T. Pasado un tiempo y cuando prácticamente se daba por perdida la última cepa, surge un amante de la tierra y la vid logrando salvar cepas con el apreciado sarmiento de malvasía. Hablamos de D. Antonio Font que a lo mejor lo conociste personalmente. Una persona tozuda, emprendedora y muy decidida; orgulloso decía siempre que fue el único socio de D. Juan March (Vergue) en una empresa de la que siempre fue mayoritario, March no cedía tan fácilmente. ¿Se le puede reconocer esta valiosa labor que llevó a cabo con las cepas?

J. Antonio Font Serra fue uno de los verdaderos artífices y protagonistas de la recuperación de la malvasía de Banyalbufar. El pueblo y la cultura mallorquina están en deuda con este hombre que sacrificó muchas horas y esfuerzos porque hoy podamos disfrutar de la de este espectacular vino.

Buscó y encontró la ‘última’ cepa de malvasía que quedaba en el pueblo, y la injertó en su finca de Sa Menta.

Si bien es justo también hablar de otros personajes que, en cierta medida, tuvieron consciencia que la planta estaba en peligro y que facilitaron que Antonio Font impulsase definitivamente la recuperación: Francisco Vich Bujosa, de can Tit, experto viticultor que trabajó los últimos años en el viñedo de Can Pico y plantó malvasía en su finca de s’Olivaret, cuando vio el peligro de conservación de la variedad; y Juan Font i Albertí, Joan Toni, viticultor banyalbufarí que plantó su finca de sa Torre y proporcionó la ‘última’ cepa de malvasía que quedaba en el pueblo a Antonio Font.

A ellos se unieron personas como Ramón Darder, Gabriel Cánaves y Joan Tomás que, junto a la ayuda de la Consejería de Agricultura, de la Universidad de las Islas Baleares y del Ayuntamiento de Banyalbufar, impulsaron la recuperación y aseguraron la sanidad vegetal de las plantas.

En este sentido, mención especial se merecen el ingeniero de la consejería Joan Rallo y el catedrático de la UIB Hipólito Medrano.

T. Banyalbufar cuenta en la actualidad con algunas bodegas y bastantes marjades con viñas que embellecen el entorno, facilitan una producción y dan trabajo a los amantes actuales de esta labor. La pregunta es ¿resulta rentable o se queda solo en la satisfacción del logro alcanzado?

J. Le hablaré de nuestra filosofía como cooperativa agraria. No buscamos rentabilidad económica, puesto que sabemos que es imposible obtenerla por la configuración del terreno de la Serra de Tramuntana en bancales y la poca producción que se puede alcanzar. Somos realistas.

En cambio, sí nos compensa la rentabilidad que produce la recuperación de un espacio de cultivo histórico, pero abandonado, que es patrimonio de la Humanidad, y es herencia cultural de nuestros antepasados. Estamos luchando por establecer un equilibrio entre ambas rentabilidades, siendo conscientes que siempre nos pesará más la vertiente emocional y el amor por la historia y por la tierra, antes que la económica. Apostamos por la economía del Amor a la tierra. Somos románticos del vino, del viñedo y de su tierra.

T. ¿Es prudente defender el minifundio y el cooperativismo frente a empresas de mayor envergadura con riesgo de industrialización y sus consecuencias?

J. Tramuntana Viva defiende la recuperación del minifundio como ejemplo de lo que es Banyalbufar, y buena parte de la Serra de Tramuntana. La imagen que se llevan los turistas de nuestro Parque Natural no es la gran posesión, sino la configuración de pequeñas propiedades en forma de bancales, desde la montaña al mar.

A estas pequeñas parcelas y a sus propietarios no se les ha prestado la debida atención por parte de la Administración, a pesar de ser ‘la postal turística’ de la Serra. Estamos luchando para visibilizarnos, para encontrar un camino de agricultura sostenible, tanto desde el punto de vista económico como ambiental, y no ser invisibilizados por ser ‘pequeños’ y poco viables desde el punto de vista dinerario.

T. Observar las preciosas viñas en Son Bunyola resulta gratificante. Da la impresión de que se ha sabido recuperar el tiempo perdido. Por un lado, puede parecer que hasta beneficiará la imagen viticultora de la comarca. Sir Branson cuenta con prestigio internacional muy conocido, ¿qué opinan los productores locales?

J. Son Bunyola, es la contraposición del minifundio. Las posesiones en la Serra de Tramuntana, sí tienen viabilidad económica, a pesar de la gran inversión que tienen que hacer. Pueden reconvertirse en hoteles de lujo, restaurantes, tiendas, …. y establecer una simbiosis entre ambos sectores, el turístico y el agrario en equilibrio. Creo que esto lo están consiguiendo en Son Bunyola y nosotros nos alegramos. Esperamos poder establecer lazos de colaboración e intercambio de experiencias entre Son Bunyola y Tramuntana Viva y con los demás hoteles rurales que están por venir. A pesar de que seamos dos modelos distintos de explotación, es necesario y bueno que convivamos ambos y aportemos sinergias en beneficio del pueblo y de sus habitantes.

T. En base a tus contactos con enólogos, tierra y agua de la comarca, experiencia, resultados y análisis ¿podrías sacar una conclusión de la calidad, posibilidades comerciales, prestigio, satisfacción, sacrificios, logros y aceptación del producto final?

J. Con la experiencia que tenemos, que todavía es poca, puedo afirmar que nuestro modelo de explotación agraria debe competir en dos ámbitos: calidad y exclusividad. En el precio, es imposible competir por la poca producción y el coste de mano de obra que supone gestionar bancales. Con la calidad, yo creo que estamos a la par de los mejores vinos blancos de España. Y con la exclusividad, creo que aquí radica nuestro éxito. ¿Qué mejor lugar que en Banyalbufar para tomarse una botella de malvasía? En el mismo viñedo, ante la inmensidad del mar. Con puesta de sol y olor a salitre. Sabiendo que solo quedan unas decenas de botellas y que tú eres uno de los últimos afortunados en probarla. Por ello, no nos preocupa la producción limitada y la comercialización a escala insular. La malvasía debe beberse en Banyalbufar, desde donde nace, y, mucho mejor, sí es en el mismo viñedo. ¡Eso sí que es una experiencia exclusiva y sin competencia posible! Y por ella apostamos.



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2 Comentarios

  1. El amor a la tierra y un afán emprendedor pueden hacer de este vino un gran referente para la comarca. Ánimo.

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  2. Parece ser que con un buen afán como emprendedores y el amor que profesáis a la tierra proporcionan la energía suficiente para lograr el éxito que os merecéis.

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