Harry Potter y el camino del corazón: La Alianza que transformó el destino
Capítulo 11: El Sacrificio
—Bienvenidos a mi dominio.
La voz de Ozymandias no provenía de su boca, sino del aire mismo. Era un susurro y un grito al mismo tiempo, como si hablara desde múltiples planos de existencia.
Ron se aferró a su varita, con la respiración entrecortada. —Esto no puede estar pasando…
Hermione, con los ojos llenos de terror, susurró: —No es una ilusión. Es real.
Antares se adelantó, su postura tensa, pero determinada. Sus ojos plateados reflejaban la luz mortecina del lugar.
—Ozymandias… —dijo con voz firme—. No permitiré que regreses.
El encapuchado inclinó la cabeza lentamente, como si lo observara con curiosidad.
—¿Regresar? —La risa que siguió fue inhumana—. Nunca me fui.
Y entonces, sin previo aviso, Ozymandias extendió una mano.
El aire se rasgó como si fuera tela, y una sombra líquida emergió de la nada, disparándose hacia Antares. Él apenas tuvo tiempo de alzar su varita antes de que la oscuridad lo envolviera.
—¡Protego Maxima! —gritó, conjurando un escudo de energía dorada.
La sombra impactó contra la barrera, siseando como un enjambre de serpientes. Por un momento, Antares resistió… pero la presión era descomunal. La magia de Ozymandias no era común. No era magia humana.
Harry levantó su varita para ayudarlo.
—¡Expelliarmus!
El hechizo rojo voló hacia la figura encapuchada, pero antes de alcanzarlo, simplemente se desvaneció en el aire. Ozymandias ni siquiera se movió.
—Patético.
Con un leve gesto de su mano, una oleada de sombras se precipitó sobre Harry, lanzándolo contra el suelo con una fuerza brutal.
Hermione gritó. —¡Harry!
Pero no pudo correr hacia él. La presencia de Ozymandias era como una prisión invisible, atándolos en su lugar.
Ron intentó conjurar otro hechizo, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, sintió que su garganta se cerraba. Ozymandias lo estaba asfixiando sin tocarlo.
Antares, viendo a sus amigos inmovilizados, tomó una decisión en un instante.
Sabía que no podían ganar.
Sabía que no saldrían de ahí con vida.
A menos que…
Su mirada se endureció. Con un último grito de esfuerzo, canalizó toda su energía en su varita.
—¡AQUÍ NO ERES BIENVENIDO!
Un destello cegador de luz blanca explotó desde su cuerpo, empujando la oscuridad hacia atrás por un breve segundo. Ozymandias retrocedió levemente, como si no hubiera anticipado la fuerza del hechizo.
Pero Antares lo sabía. Sabía que no bastaba con resistir.
No bastaba con pelear.
Tenía que sellarlo.
Antes de que la sombra pudiera recuperarse, Antares murmuró las palabras más antiguas que conocía. Palabras que no venían de los libros de Hogwarts ni de los pergaminos prohibidos, sino de algo más profundo. Algo olvidado.
Y entonces, el suelo se abrió bajo sus pies.
Un abismo de luz dorada se materializó justo debajo de Antares y Ozymandias. Las sombras intentaron escapar, pero era demasiado tarde.
Ozymandias levantó su mano en un intento de contrarrestarlo, pero Antares ya se estaba sumergiendo en la luz junto con él.
—¡NO! —bramó la voz del traidor, con furia infinita.
Harry, Hermione y Ron vieron con horror cómo su amigo se hundía en la grieta de luz, arrastrando a la pesadilla con él.
Antares les dedicó una última mirada.
Y entonces desapareció.
El abismo se cerró con un estruendoso estallido de energía.
Silencio.
Hermione cayó de rodillas. Ron no podía hablar. Harry, con los ojos abiertos por el shock, solo pudo mirar el lugar donde Antares había estado de pie.
Había desaparecido.
Pero la oscuridad también.
El bosque… se sentía distinto. Como si la misma realidad se estuviera reajustando.
Hermione temblaba. —Él… él se sacrificó.
Ron cerró los ojos, con la mandíbula apretada.
Harry miró al cielo, sintiendo una mezcla de furia y tristeza.
Antares había sellado a Ozymandias. Pero ¿por cuánto tiempo?
Y lo más aterrador de todo…
¿Había muerto realmente? ¿O ahora estaba atrapado en un lugar peor que la muerte?
El viento sopló entre los árboles.
Y por un instante… por un breve instante…
Un susurro les llegó desde algún lugar lejano:
—No olviden mi nombre.
0 Comentarios