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Gisele Pelicot


“Ni todos los hombres son malos ni todos son enemigos de las mujeres, pero el silencio y la subordinación hablan con dolorosa autoridad de jerarquía y desigualdad entre ellos. La igualdad ante Dios es la única verdad bíblica. Dios es justicia y no permite discriminación y abuso por razón de sexo, raza o clase”.


Gisele Pelicot se convierte en icono feminista mundial y pone en cuestión las fortalezas de las instituciones judiciales.

Un juicio tan mediático como colectivo ha vuelto a poner de actualidad la violencia contra la mujer. Gisele Pelicot, víctima durante años de sumisión química y violación por su marido y decenas de hombres que él consintió la violaran repetidamente mientras grababa las agresiones, ha tenido el arresto de permitir un juicio público, una prueba muy difícil para ella y que ha descrito a Dominique Pelicot como un depredador sexual, del que se ha conocido un pasado profundamente inquietante y otros crímenes atroces que alcanza hasta su propia hija, aun cuando él lo niega y no ha quedado demostrado.

Dominique Pelicot finalmente ha sido declarado culpable y condenado a 20 años de cárcel, pena máxima por violación en Francia. Igual suerte para el resto de los acusados, declarados culpables de distintos delitos y condenados a diversas penas que contabilizan cuatrocientos años.

Sin dudas la historia de Gisele Pelicot es la historia de la violación más terrible de los últimos años. El testimonio de una abuela rodeada de docenas de violadores la convierte en símbolo y nos obliga a reflexionar sobre las debilidades sociales y culturales capaces de mantener en silencio por casi una década, una red de violencia de tal magnitud que impide cualquier entendimiento.

Dantesco el pacto de silencio que hicieron la complicidad y la indiferencia. La única contundente ha sido la propia Gisele que ha convertido su tormento en denuncia pública reivindicando a las víctimas y señalando a la sociedad y sus instituciones.

La cosificación de la mujer es una forma de violencia machista que denigra y deshumaniza y en la actualidad se ha convertido en un problema relevante. Sin percatarnos la sociedad lo normaliza y acepta. Mentes individuales y colectivas conciben que las mujeres estamos a disposición de ser utilizadas cuándo y cómo convenga, solo podemos consentir, la mujer se somete bajo cualquier circunstancia.

Tenemos que desaprender lo erróneamente aprendido, solo ello nos capacitará para comprender el alcance y profundidad del problema y restituir la dignidad, derechos y valía de las mujeres.

Por eso me pregunto si una sociedad que cursa con estas contradicciones tiene fortalezas suficientes e instituciones capaces de dar respuestas enérgicas a las consecuencias que producen la dominación que los hombres ejercen sobre las mujeres, asumida como algo natural que se tolera culturalmente.

¿Qué hubiera ocurrido si en este caso no existieran las fotografías y grabaciones que documentan las agresiones? Gisele ha permitido un debate y juicio colectivo que me hace dudar, con conciencia de resultado, que las víctimas de violencia sexual no reciben igual apoyo y justicia cuando estas pruebas no existen y dejan tan claro la nulidad del consentimiento. En estos casos la dinámica del proceso fluye desde la posición de la víctima avergonzada cuyo testimonio se cuestiona y pone en dudas, obligándole a demostrar la verdad de su denuncia a todo trance. Los hombres se benefician de un sistema que domina a las mujeres y justifica sus comportamientos.

Desde la perspectiva de jurista reconozco mi lamentable convicción de que otra cosa muy diferente hubiera sido el resultado de este juicio, que nos ha mantenido por 4 meses pendiente de las agotadoras jornadas de sus sesiones, si el verdugo no hubiera dejado rastro de sus vilezas. Sin desmerecer los esfuerzos de todos los que han contribuido a hacer justicia, creo más que razonable la duda.

¿Cambiará algo la valiente postura de Gisele?
Mientras ella y su familia tienen que reconstituirse, la sociedad debe acabar por tomar acción, hay que dejar atrás los fetiches ideológicos sobre todo cuando se trata de drogas y violación. Reconozcamos que no solo es un problema de salud y justicia, es un problema colectivo, cada día, de peor pronóstico y consecuencias.


✍Rita Maria Toymil Payret

Abogada y escritora que se define Militante de la Vida

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