El ejercicio y estudio del canto obedece a una de las actividades más complejas que puede realizar el cuerpo humano. Conecta con nuestras emociones y con nuestro verdadero “Yo”. Desde el inicio se aprende a descubrir y controlar el esbozo corporal, adentrarse en su funcionamiento y posibilidades. Nos permite descifrar cómo y por qué responde el instrumento al cantar.
Hoy por hoy, el mundo de la música ha evolucionado y revolucionado marcando una era de innovación y transformación sin precedentes, impactando incluso en el orbe del canto. Me refiero, indiscutiblemente, a la inteligencia artificial. No es una concepción desconocida, subsiste desde los preludios de la era informática. En los postreros años, la IA, ha florecido a pasos descomunales y ha aterrizado en muchos aspectos de nuestra existencia y, como no, en el canto. Es un acaecimiento incontrolable que está ordenado a transformar la historia de la humanidad, cobrando un gran protagonismo sin precursor en todos los perímetros.
¿Qué entendemos por inteligencia artificial?
La IA, en el canto, se alude al uso de algoritmos y software avanzados para mejorar y analizar la voz. Creación de programas informáticos capaces de ejecutar cometidos que normalmente requieren inteligencia humana. Existen plataformas y aplicaciones de IA disponibles en el mercado, donde utilizan tecnologías de reconocimiento de voz. Algunas están diseñadas explícitamente para cantar, capaces de entrenar y conseguir un gran rendimiento en el control de la técnica vocal. Brindan toda una serie de ejercicios personalizados, sirviéndose del feedback, para adaptarse a las necesidades de cada usuario. Dichas herramientas afinan la voz en tiempo real, perciben el tono, cada matiz, el ritmo, acento, tiempo, timbre, creando un sonido excelente y humano. Aplicaciones donde se crean composiciones únicas y originales, de distintos géneros musicales, donde se pueden clonar voces, cantar en otros idiomas e incluso crear artistas artificiales donde adquieren un éxito rotundo en la industria musical, todo ello sin necesidad de conocimientos previos, ni talento alguno y sin reclamación de derechos de autor.
Pero no nos engañemos, no todo ejerce una mirada, entre comillas, positiva. Éstas pueden ocasionar incitaciones éticas, fraudulentas y sociales, como reducción de empleo de artistas y maestros, ciberdelincuencia, plagio, coste de las plataformas, etc.
Y mientras transcribo estas líneas, me asaltan ciertas reflexiones. ¿Dónde están los principios éticos y humanos? ¿Dónde radica el alma, los valores de sacrificio, esfuerzo, lucha, disciplina, retos, creatividad, emociones, sentimientos, ilusiones, paciencia, constancia y crecimiento personal? ¿En qué lugar ocupa la concentración, atención, memorización y coordinación motora? ¿Cualquier persona puede cantar y componer música? ¿Dónde se halla la autenticidad, la magia personal, el respeto y admiración hacia el artista? ¿Cómo podemos identificar lo humano de lo artificial? No somos robots, somos personas, pura esencia y energía. Lo que no se aprende y se convierte en un “Don” es la calidad y personalidad del artista, quien solo él será capaz, con su talento y esencia, de traspasar el corazón del oyente, hacerle vibrar y sentir con la belleza de sus sonidos. El intérprete será quien atesore un talento especial para crear, interpretar, sentir, expresar y entender la música, todo lo que no puede conseguir las máquinas en tan solo un instante. Hablo de algo más espiritual, de la supraconciencia que nos otorga ese poder de crear y no de un algoritmo envuelto en frialdad y solitud.
Convertirse en cantante requiere años de estudio y perfeccionamiento. Es muy triste que cualquier individuo pueda convertirse en un intérprete por un instante. Tan solo podría despertar mi entendimiento si la finalidad se convirtiera en un simple divertimento, fuera de todo ámbito profesional y desembocar en un interés por la disciplina.
Ya que no podemos ir a contra corriente, sería interesante poder encontrar una armonía entre la tecnología y lo humano. Aprovechar el potencial de la IA para enriquecer, garantizar y respetar la integridad artística con un procedimiento ético y responsable.
Solo pido y deseo que en el mundo en el que habitamos, condenado al trasiego, de constante estrés y de búsqueda de respuestas inmediatas, seamos únicos y no perdamos nuestro sello de autenticidad.
Descubramos el sentido de nuestra supervivencia emocional y espiritual para crear un mundo mejor.
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