Bienaventurado mar de escarcha, sobre eternos campos de trigo
y margaritas que buscan en el sol el calor que seca sus entrañables pétalos.
Mientras, el otoño, una vez más, acaricia las sombras de la alameda
desparramada a orillas del río.
Bienaventurada lluvia que no conoce, ni color ni raza, que moja y deshoja plateros y encinas alfombrando la Tierra de sueños reciclables,y magia sostenida.
En el color azul de la montaña hunde sus ojos el pintor de paleta y paciencia, buscando colores de verdad o imaginando cielos azules, en un lejano que hacer de la vida.
Después alguna chimenea empieza a echar los primeros humos de madera y fuego sobre el aire que envuelve las pacientes piedras que la luna baña.
Ama ese aire, las sonrisas de mil gorriones ajetreados en busca del pan para su hambre.
Mientras todo eso, los poderosos los que lo tienen todo y a la vez nada, hurgan en las heridas, más abiertas aún, de los pobres, de los más hambrientos, de los más maltratados por el horror de la guerra y los desastres que hacen ricos a los sicarios del miedo y a la desesperada forma de un fanatismo cruel y sin razón.
Derechos de autor.
✍ Francesc Josep Bonnín Bonnín
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