El Salvador vive, desde la guerra civil sucedida entre 1980 y 1992, una situación convulsa debido a los altos índices de homicidios y la grave situación de las maras. Esta ha dejado profundas secuelas en el país que se reflejan sobre todo en el futuro de los jóvenes salvadoreños. La falta de oportunidades, la pobreza, la desigualdad económica y las dificultades en el acceso a servicios básicos ha hecho que los jóvenes vean como único futuro: la delincuencia, para asegurarse la supervivencia. Las maras subieron como la espuma en los últimos años. Entre las más importantes se encuentran la MS-13 y el Barrio 18. Ambas se convirtieron en grandes organizaciones transnacionales, que realizaban crímenes de múltiples tipos como: narcotráfico, secuestros y extorsión. Su forma de actuar era compleja y difícil de combatir para las autoridades quienes no podían asegurar la seguridad de los salvadoreños.
El nivel de inseguridad que se vivía en El Salvador se veía reflejado en las tasas de homicidios, que pasaron a ser las más altas en toda Latinoamérica y el mundo. Sin embargo, parecía que, el rumbo del país más inestable del sur de América cambió en 2019, de la mano de Nayib Bukele, al convertirse en el presidente del país. Nayib Bukele puso fin a la hegemonía de los dos grandes partidos que se alternaban el poder: ARENA y FMLN. El pueblo salvadoreño veía entonces un futuro próspero en la figura de Bukele y confiaban en que la situación cambiase y, de esta forma, poder alcanzar un futuro con oportunidades, seguridad y dignidad.
Bukele en el poder
Tras la llegada de Bukele, su política de gobierno para hacer frente a la crisis sanitaria de la COVID-19, así como el trabajo que estuvo y sigue realizando para plantar cara a las pandillas, con la puesta en marcha de la política de “mano dura”, ha dado un suspiro a los salvadoreños, quienes han visto mejorar su seguridad en las calles.
Obtuvo una reducción de la deuda pública del 88,1% en 2020 al 73% en 2023, el mayor descenso en menos tiempo en toda la historia de El Salvador. La tasa de paro también se encuentra en su mínimo histórico y el PIB ha iniciado una ligera ascendencia. El auge del turismo supone ya el 10% del PIB. La preocupación entre la ciudadanía ha disminuido considerablemente, el 89% de los salvadoreños opinan que el trabajo del presidente es bueno o muy bueno.
El Índice de Homicidios Intencionados en El Salvador, en 2015 alcanzó su máximo histórico con 106,82 homicidios por cada 100.000 habitantes. En 2019 Nayib Bukele comenzó a aplicar sus medidas y la tasa de homicidios se hundió hasta los 7,83 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2022, convirtiéndolo en uno de los lugares más seguros de Latinoamérica.
Durante el año 2023 Nayib Bukele siguió con sus políticas para acabar con las pandillas, encarcelar a todos aquellos que habían cometido un crimen de cualquier índole y que debían pagar por ello. Impulsó la creación de una “megacárcel” para todos estos pandilleros. Además, Bukele ha querido hacer distintas obras públicas entre las que se encuentra un Hospital para Mascotas, un parque de diversiones denominado “Sunset Park”, una Biblioteca Nacional, que prestará servicio las 24 horas del día todos los días de la semana, lo que la convierte en la primera del mundo en ofrecer este servicio.
Bukele en el punto de mira
Tras un informe procedente de una investigación por parte de la organización de derechos humanos Cristosal sobre la erradicación de las pandillas, tras el ascenso de Bukele a la presidencia de El Salvador, se ha dejado al descubierto el gran coste humano que esto ha supuesto. Se cree que decenas de pandilleros presos fueron torturados en las propias cárceles e incluso asesinados, tras ser capturados durante el primer año de la ofensiva lanzada por el presidente contra las bandas salvadoreñas.
Según documenta Cristosal, al menos 153 personas han muerto después de haber sido arrestadas durante las operaciones contra las bandas. La organización confirma que 29 de esas muertes fueron violentas y otras 46 muertes tienen sospechas, suponiendo así que estas 75 personas fueron víctimas de malos tratos dentro de las cárceles de El Salvador al presentar signos de tortura. Sin embargo, desde la presidencia estas muertes están calificadas como “indeterminadas” o “naturales”.
La ONG asegura haber recibido fotografías e informes forenses que muestran cuerpos con signos de asfixia, fracturas, hematomas significativos… Se estima que la mitad de las victimas fueron hombres de entre 18 y 38 años. Cristosal denuncia que algunos prisioneros fueron torturados con descargas eléctricas. El director de la ONG, Noah Bullock, defiende los resultados de los informes que evidencian las violaciones de los derechos humanos bajo el gobierno de Bukele. Por su parte, el gobierno de El Salvador se ha opuesto a las críticas recibidas sobre su campaña contra las pandillas arrestando a más de 67.000 personas desde el inicio del estado de excepción de marzo de 2022. Bukele acusa a la ONG Cristosal de defender a las pandillas y a los terroristas.
Si bien es cierto que El Salvador ha alcanzado unos niveles de seguridad que no se recordaban en su historia reciente, estos avances también han supuesto un gran coste para la democracia, los derechos humanos y las libertades civiles. A su vez, muchas familias han quedado totalmente rotas al ser familiares de las personas capturadas y llevadas a prisión en las ofensivas del Gobierno. Muchos salvadoreños se sienten engañados, así lo expresa Sandra García (21 años) quien depositó su confianza en el presidente y en mayo de 2023 perdió a su pareja, apenas dos semanas después de que fuera arrestado por el Gobierno.
La visión internacional desde hace algunas semanas tiene la mirada puesta en El Salvador. Bukele ha llevado al país centroamericano a cifras inéditas de desarrollo, pero el precio a pagar es cada vez más alto. Para algunos, el mejor presidente del país, para otros, un dictador. En definitiva, un ‘héroe’ con luces y muchas sombras.
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