Vivir en sociedad es como estar en un perpetuo baile de máscaras
De hecho, los psicólogos tienen descritos varios síndromes asociados a ello, como por ejemplo el del «impostor».
Pero ojo, a todos los niveles, hasta en los más básicos, como al que le gusta a la escritora Patricia Chinchilla dejar percibir en sus últimas obras (recomiendo su lectura). Recuerden las palabras de S. Freud: “En materia de sexualidad somos, cada uno de nosotros, enfermos o sanos, nada más que hipócritas”.
De hecho, las últimas investigaciones indican que una persona normal miente entre 10 y 200 veces al día.
Marina lleva 15 años casada, madre de dos hijos, de 13 y 11 años.
Cada mañana al despertar a las 6 de la madrugada lamenta haber despertado. Se siente una esclava estafada por la sociedad. Toda la vida le dijeron que debía ser una mujer «como toca». Que si se casaba, tenía hijos, una hipoteca y dos coches que pagar a plazos sería feliz. Cuando alguien le pregunta si lo es, en su mente piensa: ¿Feliz? ¿Qué carajo es eso? Mientras contesta que: «¡Claro!» «Tengo todo lo más importante que se puede pedir en la vida, una familia».
Miguel, su marido, camarero de profesión y forofo del Real Madrid, ha inculcado a sus hijos el fanatismo por el fútbol… Ven fútbol, juegan a fútbol y hablan de fútbol a todas horas. Está contento de que sea verano, porque así, cuando sale del trabajo, puede ligarse alguna turista despistada a la que ya ha toreado en la barra del hotel.
Marina, de 32 años, estudió hasta el bachiller, obtenía muy buenas notas, era una buena estudiante, pero las hormonas y el desparpajo del joven camarero que conoció en la barra de aquella discoteca la engulleron hasta estar en el vórtice de la desesperación que la inunda cada día.
Para poder disfrutar de un pequeño grado de libertad, Marina, aporta un dinerito a casa limpiando cuatro horas al día en casa ajenas, para luego tener que estar esclava en casa haciendo lo mismo. El machismo se respira en el aire de su hogar, nadie la ayuda, ellos están en mayoría, son los «machos» a imagen y semejanza de su cultura.
Su mayor momento de placer lo obtiene cuando se regala un momento de autosexo… Disfruta de su onanismo que es una palabra que deriva de Onán, un personaje de la Biblia.
Onán tras la muerte de su hermano mayor tuvo que casarse con su viuda, que se llamaba Tamar, tal y como era la costumbre. Según la ley judía, el primer hijo de Onán con Tamar, no sería suyo, sino el de su hermano. Lo cual implicaba que Onán no sería el cabeza de familia en la sucesión hereditaria.
Por ello, Onán evitaba eyacular en Tamar, para no embarazarla. Por lo que el Dios hebreo, tan benevolente como siempre, ese que todo lo ve, decidió matarlo.
Por eso, masturbarse es «pecado» y es la consecuencia de que tantas y tantas personas hayan sufrido una represión sexual enfermiza. Mientras, en jardines y paredes de conventos se han descubierto cientos de esqueletos de «pecados» de antaño.