Políticamente incorrecto… «que todo cambie para que nada cambie»

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La pregunta no es quién gobierna, sino qué capacidad tiene de cambiar lo que realmente es importante estructural, económica y legalmente en nuestro país para escapar de las garras de los macropoderes perniciosos que mueven los hilos de nuestro destino.

Y la verdad es que casi todo el pescado está vendido. Hay una infinita lista de leyes, pactos, compromisos y contratos que tienen bien maniatada la voluntad popular.

La política, entendida como mecanismo con unos posibles fines para quienes la ejercen, es una agencia de colocación laboral de una clase media familiarizada en la forma con la que conseguir enquistarse en una estructura de poder de control social todo el tiempo que sea posible, gobernando u opositando, para seguir cobrando.

La única felicitación que podemos darles a los políticos con suficiente representatividad como para tener un sillón, es la enhorabuena por la que dispondrán de unos años para cobrar un sueldo seguro y arrimarse al poder económico real y, así, garantizarse unas migas más de lo que se les caiga del gran pastel a la voracidad de los que controlan los grandes mercados o, como no, un buen retiro vía puerta giratoria en una de sus corporaciones.

Luego, están esa cohorte de afiliados al partido de larga duración y comprometido seguimiento, lameculos, enchufados, colocados y asesores que recibirán su parte de carnaza por ser perros fieles a la mano de su amo.

Lo que sí me llama la atención, como fenómeno social, es que haya tanta gente que vote sin tener nada más que ganar a cambio que la ilusión de que realmente cambiará algo que afecte realmente en su día a día… y ni tan siquiera han realizado el esfuerzo intelectual de entender el porqué.

Cuando, la verdad, es que vienen años de grandes recortes a todos los niveles porque los hemos pactado así con la Comunidad Europea, ya que el alcance de nuestro endeudamiento es inasumible financieramente, amén de las pensiones insostenibles y la baja productividad y precariedad laboral de los españoles, añadiendo a ello la mediocre gestión de los pocos recursos que nos quedan o nos han dado para los cambios estructurales necesarios, nos han condenado, sin importar el color político de turno, a ser cada día más pobres.

Ingenuos y adictos al consumismo, los analistas económicos nos advierten que tras la pandemia, en vez de conservar los ahorros o invertirlos en algo productivo, la mayor parte de la población ha gastado como si no hubiera un mañana su dinero en restaurantes, vacaciones o en una nueva TV… Incluso en un gran porcentaje tirando de tarjeta de crédito, es decir, endeudándose más. Terrible, pues, como indican catedráticos como Niño Becerra, no tendrán ese colchón económico para poder resistir lo que nos viene encima a partir de 2024.

Bueno, algo positivo nos queda, no olvidemos que somos el Reino de España y siempre nos quedará la estabilidad de la monarquía como ejemplo a seguir por parte de nosotros, leales súbditos… Siempre recordando que «súbdito» significa «estar sujeto a la autoridad de otro al que se tiene la obligación de obedecer».

Sigan, pues, disfrutando de lo votado, súbditos obligados a serlo, «libremente» voten o no, mande quien mande en las instituciones, pues, sólo tenemos la ilusión de ser libres al creer elegir a títeres de los «perennes poderes» que los han preelegido antes que ustedes, es decir, elija lo que elija, el que realmente manda, supervisa ¿verdad?

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