Muchos provocan los problemas, pocos los resuelven y algunos que ni provocan ni resuelven, por lo menos, se dan cuenta de ello

Todos somos iguales por ser diferentes, lo terrible, es creerse que porque tienes los mismos derechos tengas los mismos méritos.
Somos tan inteligentes como capacidad de resolver problemas en la vida real tengamos. Y para entender la realidad, tenemos que ser capaces de comprender la experiencia de quienes nos rodean sin necesidad de repetir sus mismos errores.
Sabrás si una persona demuestra inteligencia si a través de los años ha sido capaz de cambiar los defectos de su carácter. Muchos confunden conseguir que te acepten a pesar de tus defectos, como es el caso de tener un jefe o un superior tirano que somete a los demás gracias a su posición de poder, que ser aceptado moralmente por resolverlos.
De hecho, la clave es ver dentro de la incertidumbre lo que la mayoría no percibe como una oportunidad o un enriquecimiento del conocimiento por el bien común.
Las personas inteligentes saben realizar una introspección, se examinan a sí mismas, se autorresponsabilizan de sus actos, algo que observamos que brilla por su ausencia cuanto más subimos en el escalafón del poder social.
Las mentes mediocres son esclavas de la necesidad de alcanzar el poder o estar cerca de éste, en cambio, las mentes brillantes ven lo extraordinario en lo cotidiano, porque entienden las causas y relaciones que hay entre las cosas más elementales.
Un necio trata de reaccionar lo más rápido posible, es emocional, básico, primitivo, no soporta la presión de tener que esperar o invertir energía mental, por eso tratan de formar parte de un grupo (equipo, hermandad, partido político, sindicato, etc…) que le supla sus carencias, buscará a alguien que lleve esa carga por él y tratará de subir en el escalafón de su estructura jerárquica todo lo posible, de hecho, está demostrado, cuanto más importante eres en una organización más se camuflan tus carencias. En cambio, el sabio reflexiona antes sobre qué es lo correcto y cuál es realmente su rol sin ser una carga para los demás… Es más, muchas veces, sólo será reconocido por otro sabio, quedando su legado en el silencio de la conciencia del vulgo.
No es que asociarse sea malo, es que asociarse según con quien acaba convirtiendo esa asociación en lo que la historia nos demuestra muchas veces: Se convierte en una jauría de necios luchando por cuotas de poder que desvirtúan el objetivo inicial de la entidad original.
Una persona inteligente, en la dicha y en el infortunio, siempre, de alguna forma, es afortunada al actuar lo más acertadamente posible por el bien común, por otra parte, un obtuso, es un esclavo la perpetuidad de su personalidad a través del tiempo y un ladrón de atención por la falta de su autoestima.

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