Los pasos de puntillas de la vida que se escurre entre las manos

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Aun siendo un relato de ficción, bien podría ser la historia de muchas Alicias. Nunca somos los pasos de puntillas en la vida de los que nos rodean, somos pasos fuertes al andar en la vida de los que nos quieren y aman.

Alicia volvió a tomar aire, una vez que entro en su lugar de trabajo. Los últimos meses habían sido intensos, debido a una reestructuración había dejado su mesa y ordenador en la planta 15 para bajar hasta la 8.

Tenía la absurda idea de que ese edificio, era una colmena y sus trabajadores eran las abejas obreras y ella, era una de tantas.

Alicia se sentó en su silla y encendió el ordenador, su cubil estaba algo más apartado de la gente. Pero a ella no le molestaba, siempre había demostrado ser mas tímida y pasar desapercibida para los jefes y sus compañeros.

Esa mañana no era diferente a las demás, es más, parecía un calco de todas las que habían precedido. Normalmente, solía ser una de las primeras en entrar, sentir ese espacio vacío, sin ruido de voces, risas, miradas indiscretas; era su momento de relax previo a que todo se volviera bullicio.

Alicia cerró los ojos y disfruto de ese sepulcral silencio, haciéndose suyo la sensación de plenitud y tranquilidad.

Unos buenos días, la saco de ese espacio donde solía refugiar su mente y a ella misma. Alicia respondió tímidamente, en pocos minutos las mesas ya tenían sus ocupantes, gente que iba y venía con sus tazas de café, otros que comentaban las alabanzas de sus hijos, otros de los planes de las futuras vacaciones… ¿Cómo un espacio tan diminuto podía albergar las vidas de esas abejas obreras?.

Ella seguía sentada en su mesa, observando de refilón la estampa, repetitiva de cada mañana. Ninguna mirada se dirigía a su rincón. Es más, la vida seguía sin que nadie percibiera que esa mujer, madura, insignificante, estuviera allí.

Como cada día a media mañana, Alicia dejaba de teclear para prepararse una infusión. Se levantaba apenas sin hacer ruido y con su taza cruzaba toda la oficina y allí de nuevo en otro rincón se camuflaba, se envolvía con cada dibujo de la pared, volviéndose trasparente para los ojos de todo el mundo. Su vida exterior era un calco a la de su trabajo, siempre pasando de puntillas por la vida de las personas que tenía a su alrededor.

No solía relacionarse con más gente de lo habitual. Cuando hablaba siempre en un tono armonioso, bajo y sin mirar a los ojos de su interlocutor. Su rostro dibujaba siempre la sonrisa perfecta y cada palabra de confort, que salía de su voz, eran las perfectas para que toda persona se sintiera especial, querida, amada e importante.

Siempre estaba allí para todo aquello que necesitara unas manos extras, se sacrificaba ella misma para que todos lo que quería, aun siendo pocos, fueran felices. En las reuniones familiares, Alicia pocas veces era oída. Siempre había una voz mas potente que la suya, problemas más importantes o anécdotas que contar que las de la propia mujer.

¡Estas aquí!, ¿Cuándo has llegado?, eran las expresiones más comunes a cuando se tropezaban con ella. Para muchas otras personas del mundo, esas situaciones a lo largo de su vida hubieran dado como resultado enfrentamientos o enfados. Para ella era lo habitual y nunca había conocido nada diferente a lo vivido.

Ella se refugiaba en sus largos silencios, en sus libros. En ver crecer a sus dos hijos adultos, el sonreír de su único nieto y escuchar sus progresos en el colegio. Su marido la respetaba y amaba, como ella, a él. Se cuidaban entre ellos y se animaban a que algún día podrían dejar en un cajón los relojes de las prisas, del llego tarde o de los horarios.

El pitido del agua caliente, la saco de sus ideas que últimamente eran más contundentes. Echo una mirada rápida a lo que le rodeaba, compañeros, vidas ajenas a la suya o no. Agarro la taza y por primera vez en su vida salió de su colmena para tomar aire a la terraza del edificio, que solía estar desierta.

Abrió la puerta y el viento azoto su cabello, un pequeño estremecimiento le recorrió el cuerpo. Ese mismo viento envolvió por completo a la mujer que tiraba de ella, como si ese fenómeno atmosférico tuviera vida propia; situándola en la cornisa. Sus ojos vieron la calle con los coches que iban y venían, diminutas formas que bien podrían ser personas, desde su posición lograba ver las nubes del cielo, casi tocarlas con las puntas de los dedos.

Cerró los ojos y repaso mentalmente su larga vida… una lágrima resbalo por su mejilla, sonrió al mundo y se dejó envolver de nuevo por la brisa del aire que llevo su alma, a otro lugar.

A los pocos minutos, todo el edificio sabía lo sucedido con Alicia. Nadie se explicaba qué le había podido suceder a esa mujer dulce y con una sonrisa en la cara, para dar el paso de terminar con su vida.

El día de su funeral cientos de personas estuvieron allí, dándole el último adiós. Sufriendo la perdida junto a su familia y sin poder superar el dolor tan profundo por su decisión.

Cada día en España se suicidan 12 personas, 300 lo intentan. El suicido es prevenible, pero no predecible por lo que hay que estar atentos a las señales de alarma.

A pesar de que los suicidios aumentan año tras año, España no cuenta con una estrategia para la prevención. No se ven campañas a nivel estatal.

El suicidio en nuestro país es una autentica lacra, una tragedia monumental. No solo porque han aumentado los casos, sino por todo lo que hay detrás. «La Salud Mental no está bien atendida, algo está fallando y hay que actuar, YA

024, teléfono para la prevención del suicidio

717 003 717 teléfono de la Esperanza.

Recuerda nunca estas solo o sola, siempre hay alguien que te escuchara

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