Nos estamos acostumbrando a vivir junto al desahuciado, al parado, al trabajador en precario, al anciano con pensiones pírricas, al político corrupto, al funcionario sin funciones necesarias, al enchufado, al paniaguado y, algunos, a pesar de estar formados, capacitados y hablar cinco idiomas acabamos trabajando de reponedores, camareros e incluso, si es necesario, poniendo el culo. Todo por no ser hijo de, cuñado de, enchufado de…
Recuerdo la promesa de mi profesor de matemáticas, Don Pepe, que nos decía a menudo: «el tiempo es oro y quien lo aprovecha lo atesora»… Ni las mentes más preclaras de su generación vieron venir lo que nos venía encima, nos hicieron creer que si trabajábamos duro, éramos buena gente, nos casábamos, teníamos 4 hijos, dos hipotecas y un coche pagado a plazos seríamos felices, cuando en realidad lo único que quería el sistema era que fuéramos unidades funcionales económicas obedientes que finalmente, muchos, acabaran endeudados de por vida para enriquecer a bancos, con 3 divorcios para llenar los bolsillos de abogados y unos hijos que no hemos tenido tiempo de amar en persona para que al final, algunos, nos abandonen en una fría habitación de un asilo.
Hoy en día, salvo que tengas una familia que te financie los tropiezos el resto de tu vida, eso de estudiar, trabajar duro y formar una familia tradicional son promesas que nadie se cree, por lo menos en la misma proporción o probabilidad que lo hacíamos antaño. En la actualidad, el populacho, vivimos en el paradigma de la «caja tonta» tomando como referentes a personajes como Belén Esteban o Paquirrín, donde muchos persiguen una «operación triunfo», pero el éxito lo queremos ¡ya! sin que haya una madurez ética y moral, con un proceso y un esfuerzo sostenido a lo largo tiempo para ello.

Director Contenidos y Audiovisual | Agente de Prensa | Mallorca
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