Jacinta reza, ella se pone en manos de Dios

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Jacinta reza, ella se pone en manos de Dios. Yace en el suelo, con la cadera rota, está inmovilizada, su impotencia funcional y el fuerte dolor la clavan en el frío suelo, los hematomas en la zona le hacen sentir como la mitad de su cuerpo está rígido e hinchado.

A sus 71 años, hacía tan sólo dos semanas que había conseguido dejar de trabajar. Desde los 65 años cobraba la no contributiva, pero para poder seguir adelante, pagar la renta y comer, realizaba trabajos en negro, como la mayoría de mujeres del humilde barrio del que procedía en Elche. Allí, la esclavitud laboral a la que someten las fábricas de calzado a familias enteras es una realidad a la que hacen caso omiso las autoridades alicantinas, tan volcadas en pasar la mano y mirar hacia las playas turísticas. Qué decir de la hipocresía manifiesta de sindicatos y oposición política.

Acababa de heredar la casa de su madrina, Rosa, además de prima hermana, 12 años mayor, afincada en un lugar idílico de Mallorca, mujer de perenne soltería, las malas lenguas de la gente retrógrada decían que era lesbiana, también le entregaron 140.000 euros que tenía en el banco, de los cuales, una vez pagada la mordida de Hacienda y los impuestos asociados a ello, se quedaron en unos 27.653. Pero por fin era libre y, en caso de que le faltara algo, tenía siempre la opción de vender la casa e irse a vivir a un pequeño apartamento. Un sueño hecho realidad, por favor, además en la «perla del mediterráneo». Se sentía tan afortunada. Pagó varias misas ante el mismísimo Cristo Rey en memoria de su generosa familiar y no se iba a dormir sin orar por su alma.

Manuel, de 16 años, se escapó una vez más por el tejado del centro de menores tutelados Es Pinaret. Lleva entrando y saliendo de ahí desde que tiene 13 años. Su padre, Antonio, cumple condena en el Centro Penitenciario de Palma de Mallorca, entre otras causas, por abusar sexualmente de sus dos hijas y obligarlas a prostituirse. Allí, las bestias humanas como él, viven el infierno de las continuas palizas y vejaciones sexuales a las que le someten los otros reclusos. Manuel tuvo suerte, no le gustaban los tíos a su padre, de hecho siempre decía que lo peor que le puede pasar a un hombre es que «le guste cagar pa dentro». Inculcando a su hijo desde muy temprana edad un odio visceral a todo lo que represente ser homosexual.

La madre de Manuel, Dolores, murió por sobredosis cuando éste tenía 7 años y sus hermanas María Dolores y Susana 9 y 10 respectivamente. Desde entonces, durante varios años, Antonio abusó de ellas y a Manuel lo utilizó para ayudarlo en robos e incluso algunas veces, cuando el mono apretaba, lo obligaba a pedir para poder comprar «pastis» y litronas de cerveza.

Manuel lo primero que hizo al fugarse es robar al despiste una moto en la gasolinera que hay bajo junto al puente de la calle Aragón, algo bastante fácil, cuando el motorista anda despistado hablando con el móvil y entra a pagar la gasolina sin percatarse que dejó las llaves colgando del tapón del depósito. De hecho, cuando vas a poner «gasofa» los operarios no paran de advertir a sus clientes de que estén «al loro».

Una hora después estaba en S’Estanyol, un antiguo núcleo de pescadores que en la actualidad se ha convertido en zona residencial. Un colega interno del Pinaret le había indicado que había varias casas que llevaban bastante tiempo sin ser habitadas que llevaban vigilando para captarlas para una banda de «okupas», sí, parece inverosímil, pero en Baleares y en muchas otras zonas de España, las bandas de ocupación por 5.000 euros te localizan una casa junto al mar, te cambian las cerraduras y te dan un kit de asesoramiento legal con abogado incluido (pago a parte) para que te garantice como mínimo entre 12 y 24 meses de estupenda estancia veraniega.

Desgraciadamente, para Jacinta, la primera casa en la que entró Manuel fue la suya. Ella estaba acostumbrada a estar en la penumbra, para no gastar en luz, en silencio, estaba en una mecedora mirando el cielo estrellado. Escuchó un ruido parecido a un crujido, se incorporó, se giró y se encontró de frente a Manuel, cuya reacción instintiva fue empujarla con violencia y salir corriendo sin mirar atrás…

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