No hay mayor coraje, que mirar sin añadir maquillaje de autosatisfacción, al frágil ser que llevamos dentro.

Cuando uno tiene el valor de no engañarse a sí mismo… aunque de verdad lo tenga, el problema, sigue siendo el hecho de que no es garantía de no estar equivocado.

Y damos por cierto lo incierto haciendo constructos hipotéticos que nuestra mente puede recrear en un instante ante una carencia emocional.

Así, luego, para sobrevivir en la selva humana, configuramos las manadas de equivocados (necesariamente), inventando razones gracias a sumar más equivocaciones, llegando a realizar tratados, compendios y teologías sobre pensamientos que no tienen una base sólida en última instancia… sino que no son más que nubes que el tiempo hará caer como lluvia en el destierro de su olvido.

Desgraciadamente, este es el precio de ser animales sociales, perfectamente imperfectos, que tras infinitos ensayos y errores, evolucionamos no se sabe bien hacia dónde porque no sabemos bien hasta cuándo… mientras quemamos bosques repletos de vida, extinguimos especies e incluso matamos al prójimo si hace falta en nombre de una falacia.

Somos seres sociales imperfectos sumergidos en el azar, evolucionando sin claridad sobre nuestro destino, pagando un precio muy alto al generar razones basadas en errores, llegando incluso a justificar acciones extremas en nombre de convicciones religiosas, filosóficas e ideológicas.

Piensa, siente y si no tienes claro que hacer, haz el bien sin mirar a quien.

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